jueves, 18 de febrero de 2010

A LOS PROLETARIOS CARRANCISTAS

Ricardo Flores Magón

La propaganda y la acción de los revolucionarios que siguen nuestros principios están forzando al carrancismo a declarar que el pueblo mexicano se ha levantado en armas para conquistar la tierra que, al menos en territorio dominado por carrancistas o huertistas, permanece todavía en poder de unas cuantas personas.

El plan de Carranza es el mismo plan de Madero: derribar al presidente que se encuentra en el poder; convocar a elecciones de presidente, magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la nación, de jueces de distrito y magistrados de circuito, de diputados y de senadores al Congreso de la Unión. Una vez reorganizada de ese modo la máquina gubernamental, el Congreso se ocuparía en legislar sotre el asunto de tierras y en discursos y discusiones de los señores diputados y senadores, se pasarian años, la tierra continuaría siendo la propiedad de unos cuantos hacendados, y el pueblo seguiría sufriendo miseria y tiranía. Y si al cabo de los años, los señores diputados y senadores se ponían de acuerdo en alguna ley agraria, ésta tendría forzosamente que sustentarse en la base de la propiedad privada, principio que tiene que respetar todo gobierno democrático so pena de perecer.

Así, pues, se declararía que todo aquel que quisiera trabajar la tierra, tendría que hacer una solicitud al gobierno, y éste proveería al solicitante de la tierra apetecida mediante una cantidad que representase el valor de la tierra, cantidad que se reembolsaría al hacendado por el pedazo de terreno dado al solicitante.

Este fue el plan de Madero, plan que no pudo ser aprobado por su Congreso a pesar de ser absolutamente conservador, y que no será aprobado por ningún otro gobierno, pero suponiendo que se aprobase este plan ¿vale la pena de que se derrame tanta sangre por realizarlo?

Sin necesidad de tanto sacrificio, hoy mismo, en el momento presente, se puede comprar tierra a pagar a largos plazos, no solamente en México, sino también en los Estados Unidos.

Los carrancistas deberían forzar a sus jefes a que declarasen terminantemente y desde ahora, antes de que se siga derramando más sangre, de qué manera van a dar tierra a los trabajadores. No hay que conformarse con vanas promesas y sonoras palabras. Hay que recordar que Madero no pudo dar la tierra a los trabajadores, y que, cuando se ve estrechado por las demandas del pueblo para que hiciera efectivas sus promesas, volvió la espalda y dijo con desprecio a las muchedumbres hambrientas el gobierno no puede cumplir esas promesas. Lo mismo va a decir Carranza; lo mismo dirá cualquier otro aspirante a la presidencia, y el derramamiento de sangre continuará por la estupidez de los que todavía creen que un gobierno se acordará de los que fueron tan imbéciles de dar su sangre por constituirlo.

Todo soldado carrancista debe, sin pérdida de tiempo, estrechar a Carranza y los demás jefecillos a que declaren con franqueza cómo se va a hacer ese reparto de tierras a todos los habitantes de México, y si se les contesta que después del triunfo se estudiará esa cuestión de las tierras para ver la mejor manera de entregarla a los trabajadores, no hay que vacilar, a vaciar todos los tiros de las pistolas sobre esos embaucadores, y a tomar por sí mismos la tierra como hombres, para no seguir siendo por más tiempo el juguete de caudillos que no aspiran a otra cosa que adueñarse del poder para ser ellos los opresores del pueblo mexicano.

Si dicen esos jefecillos que un Congreso dará una ley para proceder al reparto de tierras, a matar como perros rabiosos a esos jefecillos, pues el tal Congreso no estará formado por hombres de huarache y sombrero de palma, esto es, por proletarios, sino por señorones de levita y bombín, que son los enemigos del proletariado, y esos señorones no van a dar leyes en contra de los hacendados.

Entendedlo, proletarios carrancistas, en todo el mundo hay dos clases sociales: la clase capitalista y la clase trabajadora, la clase rica y la clase pobre. Entre estas dos clases no puede haber armonía ni buena voluntad, porque el interés de una de ellas es contrario al interés de la otra. El gobierno está formado por individuos de la clase capitalista, y por lo mismo no hay que esperar que beneficie a la clase trabajadora. Los trabajadores, los pobres, son los que por si mismos deben luchar por su libertad y su bienestar, y el único medio que hay para conseguir esos dos bienes es el siguiente: tomar posesión de la tierra, de la maquinaria y de los medios de transporte para el beneficio de todos los habitantes de México, hombres y mujeres. Eso debe hacerse dentro del movimiento armado, sin esperar a que un hombre dé la orden de hacerlo.

Ahora, queda a vosotros, proletarios carrancistas, el hacer lo que os aconsejamos. Si lo hacéis en este momento, cuando estáis armados y podéis defender vuestra conquista, la revolución habrá triunfado; si no lo hacéis, la revolución habrá fracasado.

Alzad, pues, la bandera roja de Tierra y Libertad y expropiad y hacéos libres por vosotros mismos.

(De Regeneración, N° 179 del 7 de marzo de 1914)



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