Mientras los valientes se baten, Madero y Díaz regatean como dos mercachifles el precio de la paz. Veinte millones de pesos pide Madero para rendir las armas, aparte de empleos y posiciones más o menos encumbradas para sus favoritos. En cuanto a los simples soldados maderistas, se les refundirá en los cuarteles de la Dictadura.
¿Pero qué sucede que no se levanta una tempestad de protestas contra ese criminal tráfico de la libertad y de la vida de los hombres? ¿Qué se espera para no dirigir las bocas de los fusiles contra Díaz y contra Madero igualmente? ¿Ha hecho bancarrota la vergüenza? ¿Se ha declarado en quiebra la dignidad?
Miles de tumbas, frescas aún, guardan los mortales despojos de los que empuñaron el rifle para conquistar el bienestar y la libertad. Pensad, mexicanos, en que esos hombres se han sacrificado para romper las cadenas que os hacen esclavos. ¿Permitiréis que toda esa sangre, que el dolor de las viudas y el hambre y desamparo de los huérfanos sirvan para que Francisco I. Madero se embolse veinte millones de pesos? ¿Tendréis todavía fe en la honradez de la burguesía?
Cansado estoy de repetiros, mexicanos, que los intereses de la clase capitalista y los intereses de la clase trabajadora son diametralmente opuestos. Cansado estoy de repetiros que si es necesario que haya derramamientos de sangre, como no cabe duda de que lo es, hay que sacar de esos sacrificios la mejor ventaja posible, y esa ventaja no debe aprovechar a unos cuantos sino a todos y cada uno de los habitantes de México, hombres y mujeres.
Pero os deslumbra el oro de la burguesía; se os ha educado para admirar a los que por su instrucción, por su dinero y por sus artimañas logran convertiros en escalera para aplastaros después con su peso. Abrid los ojos.
Cuando indignado por las maldades del ambicioso Francisco I. Madero, llamé a ese bandido traidor de la causa de la libertad, Ilovieron sobre mí insultos, calumnias, amenazas de muerte... El tiempo se ha encargado de darme la razón; los hechos mismos han venido a demostrar que de mi parte estaba la verdad y que mis ataques contra Madero y la burguesía son justos.
¿Qué tenéis que decirme ahora? ¡Abrid la boca, miserables insultadores si todavía tenéis palabras con que defender a vuestro amo!
Mexicanos, aun es tiempo de salvarnos todos. Conquistemos la libertad económica, que esa es la base de todas las libertades. Levantémonos como un solo hombre contra Díaz y contra Madero, representantes netos del capitalismo y del autoritarismo y no depongamos las armas, tengámoslas en nuestros puños hasta que el reinado de la igualdad social sea un hecho, esto es, hasta que hayamos acabado con el llamado derecho de propiedad individual.
La traición de Madero es manifiesta: los generalillos maderistas y los soldados del llamado Ejército Libertador, que es el de Madero, están ya recibiendo paga de Díaz, así como provisiones. El General Navarro da las provisiones para los hombres que están con Madero. ¡Veneno les habría de dar ya que no saben ser dignos!
La Bandera Roja, entretanto, continúa la lucha. La Bandera Roja no admite componendas. Agrupáos, hermanos desheredados, alrededor de nuestra querida enseña que lleva inscriptas estas bellas palabras: ¡Tierra y Libertad!
Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 6 de mayo de 1911)
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