sábado, 20 de diciembre de 2014

¿Es la dialéctica materialista el método ortodoxo por excelencia del marxismo? (Borrador)

Escrito por Jesús Valdez

“Marxismo ortodoxo no significa reconocimiento acrítico de los resultados  de la investigación marxiana, ni ˂˂fe˃˃ en tal o cual tesis, ni interpretación de una escritura ˂˂sagrada˃˃. En cuestiones de marxismo, la ortodoxia se refiere únicamente al método. Esa ortodoxia es la convicción científica de que en el marxismo dialéctico se ha descubierto el método de investigación correcto, que ese método no puede continuarse, ampliarse, ni profundizarse más que en el sentido de sus fundadores. Y que, en cambio, todos los intentos por ˂˂superarlo˃˃ o ˂˂corregirlo”˃˃ han conducido y conducen necesariamente a su deformación superficial, a la trivialidad, al eclecticismo” Georg Lukacs. Historia y consciencia de clase.

Tras la muerte de Carlos Marx el 14 de marzo de 1883, mucho se ha hablado sobre lo que es y no es el marxismo, algunos de los primeros marxistas declarados, fueron sus propios yernos, a uno de ellos Marx lo llamaba “el último de los bakuninistas” y al otro “el último de los proudhonianos”, incluso bromeaba: “si ese es el marxismo, yo no soy marxista”.

La muerte de la Primera internacional ocurrió poco después de la derrota de la Comuna de Paris; muchas organizaciones también perecieron después de la crisis de 1873, como las “Ligas de las ocho horas”, sin embargo, para 1875, nace lo que sería la primera organización marxista de masas en Alemania, el Partido Socialdemócrata Alemán, resultado de una fusión entre lasalleanos* (dirigidos por Augusto Bebel) y marxistas (dirigidos por Wilhelm Liebknecht), siendo Carlos Kautsky su teórico más sobresaliente. Poco después de su fundación, el Partido Socialista Alemán fue presa de las leyes antisocialistas de Bismark (1878), sus reuniones y publicaciones fueron prohibidas, Bismark por su parte, trató de alejar a los obreros del socialismo, con medidas de bienestar como seguros de enfermedad y vejez. A pesar de la persecución, los obreros formaron sus propias organizaciones, luchando por educación popular, una jornada de trabajo más corta, mejores salarios y libertad de prensa. En 1890, al expirar las leyes socialistas, el “Canciller de Hierro” tuvo que renunciar. En las primeras elecciones libres, la socialdemocracia alemana recibió 1 millón 427 mil votos (20%) del total), en 1903, el 25% de la población votó por ellos, ganando 81 diputados para el parlamento alemán (Reichstag); para 1914, el partido tenía un millón de miembros y otros 3 millones de sindicalistas bajo su control. La palabra clave en la teoría y la práctica fue organización, organización, organización; su programa se dividió en dos: el mínimo y el máximo. El programa mínimo consistía en las demandas inmediatas que podían ser arrebatadas a través de movilizaciones, mientras que el programa máximo la revolución socialista, sus metas últimas. Paulatinamente se dejaron cegar con las demandas inmediatas olvidando el programa máximo, más adelante indagaremos en las causas objetivas de dicho fenómeno.

En el otro lado del charco, la Asociación Norteamericana de Trabajadores (AFL) decide en su congreso de diciembre de 1888, lanzar una extensa campaña de huelgas simultáneas en todo el país, concentrándose en una sola industria con el apoyo financiero de obreros de todas las demás fábricas, turnando la solidaridad en cada rama industrial hasta ganar la batalla; enviando además, delegaciones a todo el mundo para convertirla en una lucha internacional.

El 14 de julio de 1889, nace la Segunda Internacional. Tiempo después, la AFL se convierte en un bastión del “sindicalismo de negocios”; algo muy parecido a lo que le pasó más tarde al movimiento obrero mexicano tras el nacimiento de la Central Mexicana de Trabajadores (CTM), bastión del “sindicalismo charro” en términos del movimiento obrero mexicano.

*Fedinand Lasalle, era el teórico del socialismo de cooperativas promovido por el Estado. Véase. Marxismo y libertad. Raya Dunayevskaya

Rosa Luxemburgo, la dialéctica materialista; su lucha contra el oportunismo, el revisionismo y el reformismo

Desde la fundación de la II Internacional, Engels (que aún vivía) escribió a Kautsky: “Usted presenta las cuestiones políticas abstractas en primer plano y de este modo oculta las concretas e inmediatas, aquellas que los primeros grandes acontecimientos, las primeras cuestiones políticas sitúan en el orden del día”. Esta crítica  que no fue publicada sino hasta 1901 en el Neue Zeit, no llamó mucho la atención de los revolucionarios, sino hasta el colapso real de la II Internacional, denunciado entonces por Lenin*. Por su parte, Marx, criticó el programa que unificó a lasalleanos y marxistas en su “Crítica del programa de Gotha”, que vió la luz hasta 1891 a insistencia de Federico Engels.

Rosa Luxemburgo, una joven de 27 años de edad (quien desde los 22 ya encabezaba un partido marxista clandestino en PoloniaI) ingresa a las filas del Partido Socialdemócrata Alemán en mayo de 1898; no bien había llegado a Alemania, cuando hubo de enfrentarse a uno de los ejecutores literarios del “marxismo” más destacado y el primero en levantar la voz contra la dialéctica materialista: Eduardo Bernstein, quien había publicado una serie de artículos de 1897 a 1898 en Neue Zeit, donde trató de refutar las premisas básicas del socialismo científico, sosteniendo que la revolución era innecesaria, que se podría llegar al socialismo a través de las reformas sociales, para Bernstein, el PSD debía transformarse de partido para la revolución social, a partido para la reforma social, las ideas bernstenianas se expusieron de manera más sistemática en su obra “Las premisas para el socialismo y las tareas de la socialdemocracia”.

La obra de Bernstein era la respuesta teórica a las necesidades prácticas de las corrientes reformistas dentro del PSD, como los gremialistas. Al derogarse las leyes antisocialistas en 1890, el PSD había ganado gran influencia en el parlamento alemán, su política era “ni un hombre, ni un centavo para este sistema”, por lo que los parlamentarios del PSD estaban en contra de cualquier impuesto gravado sobre los obreros y campesinos alemanes, mismos que ayudaban a mantener el sistema de dominación de clase en forma de ejército, policía, y otros medios de control sobre la clase; era así que los diputados del PSD no estaban a favor de ninguna clase de presupuesto. En 1891, los diputados socialdemócratas de Württemberg, Bavaria y Baden, votaron a favor de los presupuestos provinciales, argumentando las condiciones especiales del sur de Alemania, teniendo en cuenta que sus votos eran desicivos, el PSD podría usar su peso para obtener mejores condiciones de vida dentro del capitalismo y un presupuesto mejor. Aunque esta práctica era ampliamente repudiada en el seno del PSD, donde sus parlamentarios no podrían votar a favor de ningún presupuesto federal, provincial o comunal, este veto fue derrotado en los congresos de 1894 y 1895. Engels, en  una carta dirigida a Liebknecht con fecha 27 de noviembre de 1894, (poco después del congreso) se queja amargamente de las prácticas del dirigente provincial sureño del PSD, Georg Von Vollmar, quien desde 1891, impulsó prácticas reformistas desde el PDS, Bernstein fue el teórico por excelencia del reformismo de ayer y hoy; cuyos herederos mexicanos dirigen el PRD, el MORENA y la UNT.

En septiembre de 1898, Rosa Luxemburgo respondió a la obra de Bernstein con los artículos de lo que ahora conocemos como “Reforma o Revolución”, que apareció en el Leipziger Volkszeitung, la segunda parte apareció en, teniendo su segunda edición en 1908, dicha obra comienza diciendo:

(…) A primera vista, el título de esta obra puede provocar sorpresa. ¿Es posible que la socialdemocracia se oponga a las reformas? ¿Podemos contraponer la revolución social, la transformación del orden imperante, nuestro objetivo final, a la reforma social? De ninguna manera. La lucha cotidiana por las reformas, por el mejoramiento de la situación de los obreros en el marco del orden social imperante y por instituciones democráticas ofrece a la socialdemocracia el único medio de participar en la lucha de la clase obrera y de empeñarse en el sentido de su objetivo final: la conquista del poder político y la supresión del trabajo asalariado. Entre la reforma social y la revolución existe, para la socialdemocracia, un vínculo indisoluble. La lucha por reformas es el medio; la revolución social, el fin.” Reforma o Revolución, introducción de 1899.

La discusión sobre el reformismo penetró en las filas del partido, incluso de la segunda internacional; en los congresos de 1901 y 1903 del Partido Socialdemórata Alemán (PSD por sus siglas en alemán), así como en el congreso internacional del 1904, se aprobaron resoluciones contra el reformismo y el llamado “revisionismo”, votando incluso Bernstein a favor de dichas resoluciones. Kautsky, quien era amigo íntimo de Bernstein, adujo su falta de tiempo para no polemizar con Benstein, mientras el resto de las cabecillas del PSD ya se habían posicionado contra el revisionismo. Por su parte, Ignaz Auer, reformista secretario del PSD desde 1875, escribió en una carta a Bernstein, “Mi querido Ede, uno no toma formalmente la decisión de hacer las cosas que tú sugieres, uno no dice esas cosas, simplemente las hace”.*** Más tarde esa sería la práctica más común en el PSD, pero para inicios de 1900 Bernstein afirmaba, “el objetivo final (el socialismo) es nada, el movimiento es todo”****; mientras que para Rosa Luxemburgo:

“Bernstein sigue así la secuencia lógica de la A a la Z. Partió del abandono del objetivo final manteniendo, supuestamente, el movimiento. Pero como no puede haber movimiento socialista sin objetivo socialista, termina renunciando al movimiento. Reforma o revolución


En sus “premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia”, Bernstein sostenía que se podía llegar al socialismo a través de reformas sociales, el control sindical de la producción, el mejoramiento del nivel de vida de los trabajadores a través de la sola movilización sindical, el crédito bancario, la creación de las cooperativas como transición pacífica al socialismo, sin irrupciones violentas ni tomas violentas del poder por parte del proletariado, a la teoría marxista del colapso, Bernstein anteponía un supuesto capitalismo que se iba adaptando a las nuevas condiciones materiales, evitando las crisis:

“Con el creciente desarrollo de la sociedad el colapso general del sistema de producción imperante se vuelve cada vez menos probable, porque el desarrollo del capitalismo aumenta su capacidad de adaptación y, a la vez, la diversificación de la industria”.

Para Rosa Luxemburgo: “El fundamento científico del socialismo reside, como se sabe, en los tres resultados principales del desarrollo capitalista.

Primero, la anarquía creciente de la economía capitalista, que conduce inevitablemente a su ruina.

Segundo, la socialización progresiva del proceso de producción, que crea los gérmenes del futuro orden social.

Y tercero, la creciente organización y conciencia de la clase proletaria, que constituye el factor activo en la revolución que se avecina.”
En el primer punto se refiere a la crisis dual del capitalismo, si lo vemos desde la dialéctica materialista, esta dualidad contiene sus propias contradicciones, pues cuando se habla de la crisis general del sistema capitalista (hasta la fecha), se habla de dos tipos de crisis:

1º. De sobreproducción. Donde los grandes monopolios industriales tienen excedentes de producción que no pueden vender

2º. De subconsumo. En este tipo de crisis, la gente no tiene dinero para comprar los artículos que se producen, ya sea de primera necesidad, como alimento, vestido, o de ciertos “lujos” que se pueden dar los trabajadores como comprarse o seguir construyendo su casa, en general, todos los valores de uso que el sistema capitalista produce en función de la ganancia a través de su dios y valor de cambio universal: el dinero.

Hasta ahora, muchos economistas de ideología capitalista, parecen o no quieren comprender este carácter dual de la crisis, que sólo se puede resolver a través de la revolución, este es el punto a donde Rosa Luxemburgo llega durante toda su exposición. De un lado, los economistas burgueses, tienen a sus pilares teóricos en David Ricardo y Adam Smith, más cuando recurren al capitalismo con “rostro humano”, acuden a las ideas reformistas de las que Bernstein es pionero y fiel expositor, en esta labor, se dan la mano con políticos reformistas de todas las épocas, llamando a dar créditos blandos para los trabajadores del campo y la ciudad, en materia de vivienda, fertilizantes, agroquímicos, hasta en compras en Walt-Mart, Elektra, o cualquier otra empresa que oferte sus mercancías en “abonos chiquitos”, pero casi eternos, duplicando e incluso triplicando el monto de la deuda inicial, la finalidad: extraer la mayor cantidad de plusvalía al trabajador, expropiando incluso de su tierra al campesino pobre. Para Bernstein, la explotación no empieza en los centros de trabajo, donde se arranca la plusvalía al trabajador, sino en la distribución de las ganancias:

“Es imposible la expropiación de la clase capitalista sin colapso del capitalismo. Por tanto, Bernstein renuncia a la expropiación y opta por la realización progresiva del “principio cooperativista” como objetivo del movimiento obrero.

Pero la cooperación no puede realizarse dentro de la producción capitalista. Por tanto, Bernstein renuncia a la socialización de la producción y propone simplemente reformar el comercio y crear cooperativas de consumo.”

Al hacer social (de manera paulatina o repentina, ya sea pacífica o violentamente, ya sea a través del engaño o del garrote) el carácter de la producción, privatizando en unas cuantas manos las ganancias, se va creando a su vez, su negación interna, un ejército de trabajadores que pedirán su parte de las ganancias y se adueñarán de los medios de producción, quizá no de manera automática como lo sugieren los discursos fatalistas del “inevitablemente el poder caerá en nuestras manos” para “dirigir a un proletariado ignorante”, sino a través de luchas encarnizadas como la historia misma de la humanidad lo sugiere, no a base de gradualismos o solas reformas, sino de manera violenta e irreconciliable, pues ninguna clase social ha abandonado su poder, su posición de clase, sin antes haber dado una lucha tremenda, para ello existen los ejércitos, los órganos de “inteligencia”, la contrainsurgencia y demás cosas que entre sus haberes, está el desorganizar la lucha de los trabajadores y volverla impotente, no por nada Trotsky decía que los reformistas son la policía política dentro de las filas de los trabajadores.** Es por ello que la burguesía misma toma con gran importancia la mencionada “creciente organización y conciencia de la clase proletaria, que constituye el factor activo en la revolución que se avecina”, por lo que se ocupa en asesinar dirigentes sociales, corromper líderes sindicales y manejando centrales charras, gastando el dinero que sea necesario para que la gran masa de explotados, nunca dejen de ser explotados. Así Luxemburgo afirma:  

“Hace un tiempo Lassalle dijo: - Recién cuando la ciencia y los obreros, polos opuestos de la sociedad, se aúnen, aplastarán en sus brazos de acero todo obstáculo hacia la cultura-. Toda la fuerza del movimiento obrero moderno descansa sobre el conocimiento científico.

Pero en este caso particular este conocimiento es doblemente importante para los obreros, porque lo que está en juego aquí son los obreros y su influencia en el partido. Es su pellejo lo que está en juego. La teoría oportunista del partido, la teoría formulada por Bernstein, no es sino el intento inconsciente de garantizar la supremacía de los elementos pequeñoburgueses que han ingresado al partido, de torcer el rumbo de la política y objetivos de nuestro partido en esa dirección. El problema de reforma o revolución, de objetivo final y movimiento es, fundamentalmente, bajo otra forma, el problema del carácter pequeñoburgués o proletario del movimiento obrero.

Interesa, por tanto, a la masa proletaria del partido, conocer, activa y detalladamente, la actual polémica teórica con el oportunismo. Mientras el conocimiento teórico siga siendo el privilegio de un puñado de “académicos” en nuestro partido, éstos corren el peligro de desviarse. Recién cuando la gran masa de obreros tome en sus manos las armas afiladas del socialismo científico, todas las tendencias pequeñoburguesas, las corrientes oportunistas, serán liquidadas. El movimiento se encontrará sobre terreno firme y seguro. “La cantidad lo hará.” Introducción a Reforma o Revolución

Así, los dos tipos de crisis (que en realidad son complementarios y contradictorios) sobreproducción y subconsumo, crean la contradicción entre la superabundancia en un polo y la gran masa de miseria en el otro, cayendo en la cuenta de que los desposeídos lucharán no sólo por mejores condiciones de vida dentro del sistema capitalista, sino que cuando adquieran consciencia el suficiente grado de organización y consciencia, podrán robar el fuego como lo hizo Prometeo para traer una nueva luz al mundo de los mortales.


La conquista del poder político

La reforma legislativa y la revolución no son métodos diferentes de desarrollo histórico que puedan elegirse a voluntad del escaparate de la historia, así como uno opta por salchichas frías o calientes. La reforma legislativa y la revolución son diferentes factores del desarrollo de la sociedad de clases. Se condicionan y complementan mutuamente y a la vez se excluyen recíprocamente, como los polos Norte y Sur, como la burguesía y el proletariado.

Cada constitución legal es producto de una revolución. En la historia de las clases, la revolución es un acto de creación política, mientras que la legislación es la expresión política de la vida de una sociedad que ya existe. La reforma no posee una fuerza propia, independiente de la revolución. En cada periodo histórico la obra reformista se realiza únicamente en la dirección que le imprime el ímpetu de la última revolución, y prosigue mientras el impulso de la última revolución se haga sentir. Más concretamente, la obra reformista de cada periodo histórico se realiza únicamente en el marco de la forma social creada por la revolución

Reforma o revolución, La conquista del poder político, página 48

Va en contra del proceso histórico presentar la obra reformista como una revolución prolongada a largo plazo y la revolución como una serie condensada de reformas. La transformación social y la reforma legislativa no difieren por su duración sino por su contenido. El secreto del cambio histórico mediante la utilización del poder político reside precisamente en la transformación de la simple modificación cuantitativa en una nueva cualidad o, más concretamente, en el pasaje de un periodo histórico de una forma dada de sociedad a otra.

Es por ello que quienes se pronuncian a favor del método de la reforma legislativa en lugar de la conquista del poder político y la revolución social en oposición a éstas, en realidad no optan por una vía más tranquila, calma y lenta hacia el mismo objetivo, sino por un objetivo diferente. En lugar de tomar partido por la instauración de una nueva sociedad, lo hacen por la modificación superficial de la vieja sociedad. Siguiendo

*Aquí se completará la teoría del derrocamiento de las clases poseedoras contra la perspectiva de Bernstein y muchos otros teóricos o prácticos reformistas, quienes piensan que el proletariado no está listo o es muy inmaduro para hacerlo, Rosa Luxemburgo sostiene que no importa cuantas veces lo conquiste, aunque de manera "inmadura", sino que sólo así podrá hacerse de la experiencia para poder ejercer el poder desde abajo sin pedir permiso a los teóricos de "la revolución dentro de mil años". La experiencia rusa de 1905 confirmaría la postura de Rosa, y la posterior revolución de octubre, donde Lenin y Trotsky se "aventuran" a derrocar al gobierno socialrevolucionario de Kenensky, mientras el menchevismo argumentaba que era demasiado temprano para hacerlo.

La primera parte de este análisis consta de la formación del Partido 

Socialdemócrata Alemán, su crisis  teórica y práctica, pasando por las dos 

revoluciones  en Rusia, hasta llegar al ocultamiento de la teoría del valor por 

Stalin en la  enseñanza del tomo I del Capital. Pues él consideraba que en 

la sociedad socialista, la teoría del valor no  dejaría de operar. Marx desmiente 

esta versión en vida.


*Véase el socialismo y la guerra

** Véase “Su moral y la nuestra”

*** Introducción a Reforma o Revolución de la Izquierda Revolucionaria (www.marxismo.org)


**** Bernstein, Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia

... Continuará



Teoría marxista del Estado





Por Jesús Valdez

A menudo se especula sobre la naturaleza del Estado y sus características, sus formaciones, particularidades históricas, sobre todo su carácter autodestructivo en periodos de transición hacia la sociedad sin clases, polémica frecuente con los autores y partidarios del anarquismo.

El Estado no puede ser una abstracción formal de algo que existe, pero que carecemos a veces de una idea clara de cómo funciona, pues al igual que la economía y la política, los explotadores harán todo lo posible para que estos elementos y conceptos, se presenten ante nuestros ojos como algo incomprensible, como un enigma imposible de resolver, atiborrando nuestras mentes con un número cada vez mayor de abstracciones que poco tienen que ver con la realidad y mucho con el engaño consciente (y a veces hasta inconsciente, pues muchos economistas, historiadores y políticos burgueses, pero sobre todo los economistas, carecen de elementos objetivos que puedan explicar nuestra realidad concreta, vamos, no ya de la economía mundial, sino de la misma economía nacional; mismos que fieles a sus dogmas, creen en épocas de auge económico, que el capitalismo ha sido siempre y será dadivoso. En contraparte, quienes conocemos la obra e ideas de Carlos Marx y todos los militantes que consagraron su vida por la obra de los explotados para su liberación, tenemos, o creemos tener una idea más cercana a la realidad de este sistema capitalista. Sin caer en ilusiones fatalistas (el capitalismo caerá por su propio peso sin la intervención de las fuerzas humanas), sabemos que este colapsa de forma natural al combinarse su crisis de sobreproducción y su crisis de subconsumo. De una parte, las empresas producen más de lo que podemos comprar y de otra, nosotros no tenemos el dinero suficiente para poder consumir lo que ellos requieren, y es que no se trata de la producción por la producción misma. En el capitalismo se produce más para la producción que para el consumo, en una sociedad comunista, se produce  para las necesidades humanas, así bien las máquinas no pueden devorar alimentos a la vez que los seres humanos no podemos devorar aceite ni tragar hierro sólido.

La síntesis que presenta el Partido Obrero Socialista sobre la teoría del estado, constituye un interesante aporte teórico para poder comprender la periodización de las formas que adquiere el mismo en los diversos momentos históricos, y su correspondencia con la situación económica imperante, pues si bien, el estado es un instrumento de dominación de clase, debe cambiar sus formas para poder sobrevivir, para que los dominados nunca dejen de ser dominados. Uno de los principales factores para justificar un orden social es la ideología, esta entra en crisis cuando no corresponde con el real y palpable estado de cosas, en esos periodos donde la gente se pregunta si en verdad sirven de algo o son ciertas todas las patrañas que se dicen en los medios de comunicación y en general por el aparato ideológico al servicio de los dominadores. Trataré a lo largo de este intento de ensayo abordar los puntos abiertos por el POS tratando de profundizar en el tema y que exista un intercambio de ideas del siguiente modo:

1.     El estado en Hegel
2.     Teoría marxista del Estado
3.     Regímenes políticos, estado y gobierno
4.     Regímenes políticos modernos

a)     Bonapartismo y Nazi-fascismo

b)    Democracia burguesa, kerenskismo y “estado de bienestar”

I.                   El Estado en Hegel



Algunos autores anteriores a Hegel desde Bacon, Descartes, pasando por los enciclopedistas como Rosseau y Kant tenían la sensación de haber liberado a la humanidad (al menos desde el mundo de las ideas) de todas las trabas que imponía el sistema feudal y la autoridad de la iglesia. Estos dos últimos autores dudaban que la felicidad del ser humano devendría en automático con el advenimiento de la ciencia y la industria moderna. Kant escribió su crítica de la razón pura un año antes de la primera revolución burguesa (la francesa). Una vez instaurada aunque sea de manera parcial la industria y la sujeción del obrero a la máquina,  en su primer sistema filosófico*, Hegel no dudó en enfrentar al nuevo fenómeno: el trabajo enajenado:

“Entre más mecanizado el trabajo, menor su valor y mayor el esfuerzo del individuo… el valor del trabajo disminuye en la misma proporción que la productividad del trabajo aumenta… la facultades del individuo se restringen infinitamente y la conciencia del obrero se degrada a su nivel más bajo de torpeza y negligencia”

*Escritos teológicos de juventud de Hegel, hechos entre 1793 y 1800, mencionados por Herbert Marcuse en su obra “Razón y Revolución”; publicados por primera vez en 1909 en Tubinga, mismos que fueron publicados en español en 1978 por el Fondo de Cultura Económica.  

Sin duda alguna, estas palabras se parecen en mucho a las conclusiones de Marx sobre el trabajo enajenado esbozadas en sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y en su ya depuradas conclusiones plasmadas sobre este tema en el tomo 1 del capital; sin embargo, este primer manuscrito de su primer sistema, es destruido parcialmente por el propio Hegel, pensando quizá en las represalias del régimen alemán. Me han comentado que algunos profesores universitarios sostienen que los posteriores sistemas de Hegel meten para todo a Dios y alaban al estado, precisamente porque Hegel era el más prestigioso profesor universitario de Alemania, y un sistema filosófico que atentara contra el propio estado alemán tendría un impacto muy profundo sobre la intelectualidad alemana; la tarea de humanizar la idea absoluta le toca a un joven hegeliano: Carlos Marx, quien asume todas las consecuencias de enfrentar en la teoría y en la práctica a los sistemas de dominación de clase.

En la sección “amo y esclavo” de la Fenomenología del espíritu, Hegel demuestra que el esclavo adquiere “consciencia de sí”. Raya Dunayevskaya en su libro “Marxismo y libertad”, sostiene el impacto de sus primeros sistemas permaneció en su filosofía, incluso si quitamos el concepto de Dios y la posición oficial de Hegel respecto del estado, podemos encontrarnos con cosas muy interesantes, tanto así que es el mismo Lenin quien comentaba que la Ciencia de la Lógica es la más idealista de todas, donde hay menos idealismo y más materialismo que en ninguna otra.*Carlos Marx opina sobre la fenomenología de Hegel:

“Lo más destacado en la Fenomenología de Hegel y su conclusión final – esto es, la dialéctica de la negación como principio de movimiento y generación- es que primero él… aprehende de este modo la esencia del trabajo y comprende al hombre objetivo- verdadero, pues es el hombre real, en la circunstancia de que Hegel… captó la esencia del trabajo… la verdadera actividad que relaciona al hombre, como un resultado de la historia” Carlos Marx. Crítica de la dialéctica hegeliana

* En esta obra de Hegel, la más idealista de todas, hay menos idealismo y más materialismo que en ninguna otra. ¡Es contradictorio, pero es un hecho!”. Lenin. Resumen de la ciencia de la lógica, 1916.






“Según mi modo de ver, todo depende de que lo verdadero no se aprehenda y se exprese como sustancia sino también y en la misma medida como sujeto” Hegel, Fenomenología del espíritu.

“Solo aquello que sea un objeto de libertad podría ser llamado una idea”

*Citado por Raya Dunayevskaya en la introducción a la segunda edición de 
“Marxismo y libertad”, pág. 37

Es así que Hegel va definiendo su idea de la libertad, pero para tener una noción un poco más clara sobre este concepto en Hegel, es necesario leer su Filosofía del Espíritu:

“El espíritu realmente libre es la unidad del espíritu teórico y del práctico… La idea aparece así solamente en el querer, el cual es finito; pero es la actividad de desarrollar la idea y de poner el contenido, desenvolviéndose como existencia (existencia de la idea y, por consiguiente, la realidad): es el espíritu objetivo.

Como el espíritu libre, es el espíritu real, los errores sobre él tienen consecuencias prácticas, tanto más monstruosas, cuanto que, cuando los individuos y los pueblos han acogido una vez en su mente el concepto abstracto de la realidad estante por sí, ninguna otra cosa tiene una fuerza tan indomable, precisamente porque la libertad es la esencia propia del espíritu y es su realidad misma… Esta idea llegó al mundo por obra del cristianismo,” Hegel. Enciclopedia de las ciencias filosóficas, parágrafo 481-482.

Tal es el miedo que tiene Hegel (así como la mayoría de los intelectuales en épocas de rebelión) a la agitación de las masas trabajadoras, que deshumaniza el mismo concepto de la libertad, o mejor dicho, fija su postura de clase, sólo la inteligencia tiene la capacidad de gobernar en su esquema cerrado de la Filosofía de la Historia. Aquí donde termina el alcance filosófico de Hegel, comienza la revolución en el pensamiento por Carlos Marx y Federico Engels, aunque es el mismo Engels quien da casi todo el crédito a Marx en cuanto a las principales conclusiones teóricas y prácticas de ambos.

Marx, a diferencia de Hegel, ve al proletariado no como sustancia, sino como sujeto de libertad capaz de crear la nueva sociedad, el espíritu objetivo que nace de las entrañas de la revolución industrial. Si algo aprendió Hegel de los procesos históricos vivos y de la naturaleza, es precisamente que estos se mueven a través de contradicciones y choques para dar paso a los nuevos comienzos. Ese es el lado activo que retomó Marx, leyendo a Hegel no con los anteojos del materialismo vulgar feuerbachiano, sino mirando la realidad, la dialéctica de la historia (lucha de clases), los acontecimientos de la época como procesos donde emana irrenunciablemente la dialéctica. “En donde quiera que haya movimiento, en donde quiera que haya vida, en donde quiera que se lleve a efecto algo en el mundo práctico, la dialéctica estará presente, y funcionando. Es el alma de todo conocimiento verdaderamente científico”*

Para Hegel, el motor del desarrollo, no es el hombre, sino “la idea que se piensa a sí misma, su “automovimiento” la mitad de la verdad estaba dicha de una forma muy abstracta, esta ambigüedad es la que irrita a Carlos Marx, como si las ideas flotaran entre el cielo y la tierra: “En el lugar que le corresponde a la realidad humana, Hegel ha puesto el conocimiento absoluto”**.

* Hegel. Ciencia de la Lógica, párrafo 81.

** Crítica de la dialéctica hegeliana

Sin embargo, en los mismos parágrafos antes citados de la filosofía del espíritu, Hegel afirma sin renunciar a su credo en un ser supremo y su veneración del Estado:

“Esta idea (la libertad, nota mía), llegó al mundo por obra del cristianismo, por el cual el individuo tiene valor infinito, y siendo su objeto y fin el amor a Dios como espíritu, y hacer que este espíritu more en él, esto es, el hombre está destinado a la suma libertad. Si en la religión, como tal, el hombre sabe la relación con el espíritu absoluto como con su esencia, él tiene presente además el espíritu divino, también como aquello que entra en la esfera de la existencia mundanal, como la esencia del Estado, de la familia, etcétera.

Si el saber que la idea, esto es, el hecho de que los hombres saben que su esencia, su fin y su objeto es la libertad, es saber especulativo, esta idea misma, como tal, es la realidad de los hombres, no porque estos tengan esta idea, sino porque son esta idea.”

No es casualidad que la propia “Crítica de la dialéctica Hegeliana” de Carlos Marx comenzara con las palabras “la religión es el opio de todos los pueblos”. Y más tarde, en sus cuadernos etnológicos citados por Engels en su “Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” afirma: “La familia moderna contiene, en germen, no sólo la esclavitud (servitus), sino también la servidumbre, y desde el comienzo mismo guarda relación con las cargas en la agricultura. Encierra, in miniature, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en su Estado”.*

*Ver también las opiniones de Engels a este respecto:

En un viejo manuscrito inédito (la ideología alemana), redactado en 1846 por Marx y por mí, encuentro esta frase “La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos”. Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la opresión del sexo femenino por el masculino.

La monogamia fue un gran progreso histórico, pero al mismo tiempo, juntamente con la esclavitud y las riquezas privadas, inaugura esa época que dura hasta nuestros días y en la cual cada progreso es al mismo tiempo un retroceso relativo, en la cual el bienestar y el desarrollo de unos se alcanzan a expensas del dolor y la frustración de otros. (Ibíd., págs. 65-66)


2. El Estado para Marx y los marxistas





“El Estado no es, en modo alguno, un Poder impuesto desde fuera a la sociedad; ni es tampoco ‘la realidad de la idea moral’, ‘la imagen y la realidad de la razón’, como afirma Hegel. El Estado es, más bien, un producto de la sociedad al llegar a una determinada fase de desarrollo; es la confesión de que esta sociedad se ha enredado en una contradicción insoluble consigo misma, se ha dividido en antagonismos irreconciliables, que ella es impotente para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril, para eso se hizo necesario un Poder situado, aparentemente, por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los límites del ‘orden’. Y este Poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima de ella y que se divorcia cada vez más de ella, es el Estado” F. Engels. El Origen de la Familia, la propiedad privada y el Estado

Aunque el tema del Estado en Marx se desarrolla en diversas opiniones a lo largo de su obra, resultaría algo complicado recopilar cada una de ellas, a ello se dedicó Lenin entre 1916 y 1917. Entre noviembre y julio de 1914, tras haber escrito su resumen sobre la Ciencia de la Lógica de Hegel, que fue un borrador para poder publicar un “Ensayo sobre marxismo” para la enciclopedia Granat y poder ganar a cambio, algo de dinero que le diera para poder escribir sus posteriores obras, dio a Lenin un poderoso enfoque filosófico para poder elaborar posteriormente sus cuadernos sobre el imperialismo que eran mucho muy gruesos que su síntesis “imperialismo, fase superior del capitalismo” y sus cuadernos con citas de Marx, Engels y otros marxistas post-Marx titulados “El marxismo y el Estado”; la inquietud de Lenin por elaborar políticamente la teoría del Estado con fines prácticos surgió a mediados de 1916 para hacer frente a las tendencias reformistas dentro y fuera de Rusia que ya no tenían ganas de luchar contra el capitalismo, desde 1914, muchos partidos socialistas ya venían traicionando la causa de los trabajadores al estallar la segunda guerra mundial. Había que enfocar el asunto de una manera científica contra aquellos que en un primer momento afirmaban que el Estado desaparecería por sí sólo al incrementarse el crédito, desarrollarse las fuerzas productivas y por la vía misma del parlamentarismo y las luchas sindicales se llegaría al socialismo sin necesidad de una ruptura violenta. Estas eran las ideas que venía defendiendo Eduard Bernstein desde principios del siglo XX en la socialdemocracia alemana, al estallar la guerra, al socialismo pacifista le revientan todas sus teorías en mil pedazos, pues ellos decían que el capitalismo alemán era un anciano venerable, el ogro filantrópico que más tarde describiera Octavio Paz en México. Ellos renunciaban a la teoría marxista del colapso, en donde de un lado se acumulaba la miseria y en el otro opuesto riqueza, al proletariado alemán se le habían dado demasiadas concesiones (tal como en nuestra época lo hizo con sindicatos de industrias estratégicas como la eléctrica, la petrolera y la minería). Alemania vivía un auge económico producto de la explotación de otros países en África que Rosa Luxemburgo venía criticando desde su “Acumulación de capital”. El carácter barbárico del proceso de acumulación capitalista era denunciado una y otra vez por Rosa sin tener demasiado eco en su propio partido, pero no era nada extraño, los mismos que hacían componendas con el imperio alemán, además de ser su servidumbre de izquierda, veían con desprecio las insurrecciones de su época como la revolución rusa de 1905, donde se da una fuerte ola de huelgas generales. La socialdemocracia alemana, “hermana mayor” de los partidos socialistas, iba en sentido contrario a la que marcaban las luchas de los trabajadores. Estando prácticamente la II Internacional Socialista bajo su dirección, era evidente que su desplome moral, sería su desplome político e histórico.

Uno de los mejores materiales en que nos podemos apoyar para teorizar sobre El Estado, es precisamente El Estado y la Revolución de Lenin, pues para los marxistas rusos, el Estado no era algo ficticio, sino era algo real a lo que tenían que enfrentarse en el día a día, los bolcheviques y los trabajadores rusos, haciendo la labor del viejo topo, cavaron agujeros en la sociedad de clases con un desarrollo desigual y combinado dentro de la antigua Rusia, centrando su actividad propagandística principalmente en los grandes centros industriales.

A propósito, Engels decía a Carlos Kautsky en 1891, el principal teórico de la socialdemocracia alemana y de la II Internacional después de la muerte de Engels: “Usted presenta las cuestiones políticas abstractas en el primer plano y de ese modo oculta las cuestiones más concretas e inmediatas, aquellas que los primeros grandes acontecimientos, las primeras crisis políticas sitúan en el orden del día”*. No era para menos, el viejo Engels, además de su crítica del programa de Erfurt, necesitaba tiempo para que los acontecimientos le dieran la razón.

*Crítica publicada en 1901 en la Neue Zeit, Jahrg. 2, vol. 1

En épocas de guerra imperialista, los antagonismos entre imperialismos se exacerbaron, pues la tendencia natural del capitalismo es el monopolio, así, cuando Carlos Marx en El Capital planteaba sólo teóricamente como una cuestión de método abstracto una sociedad imaginaria mundial donde no existían los estados nacionales, sino un solo dueño del mundo, un solo capitalista o un puñado de capitalistas que dominaran la propiedad privada de prácticamente todas las fuerzas productivas mundiales, aún en ese panorama, los antagonismos de clase no desaparecerían, sino que se harían cada vez más violentos, donde la producción agrícola e industrial se desbordara más allá de lo que los trabajadores y desempleados podrían pagar, por lo cual decaería la tasa de ganancia y se verían insurrecciones por todas partes. Este proceso no fue culminado ni en la primera, ni en la segunda guerra mundial, Marx lo hacía para abstraerse de los conflictos de los estados nacionales para no entrar en detalles. Ya para el último prólogo que hizo Engels para la “Lucha de clases en Francia” de Marx, pronosticaba que por diversas partes del mundo se veía la fusión de monopolios y Trust, pero que llegaría un momento en que ya no quedarían territorios por colonizar, donde entonces se enfrentaría un imperio contra otro en lo que sería la “madre de todas las guerras” que haya conocido hasta entonces la humanidad. Su pronóstico fue profético tan sólo a ojo de buen cubero. Sin embargo, para los reformistas y los socialpacifistas que se desgarraban las vestiduras una y otra vez en la santísima dualidad Marx-Engels, este hecho pasó desapercibido. Para ellos se vivía un ultraimperialismo donde los capitalistas de todo el mundo se asociarían para que a través de la lucha parlamentaria se llegara al socialismo, era su modus vivendi y sería raro que no pensaran así.

A todos ellos Lenin combatió a partir de 1914, con el apoyo de la filosofía hegeliana Lenin comprendía que todo está destinado a convertirse en su contrario, la socialdemocracia alemana, el paladín de la internacional de los trabajadores, se convertía en uno de sus órganos de contención social-imperialista, que colaboraba con los gobiernos para mandar a los trabajadores a la carnicería imperialista donde se combatía en interés de los de arriba con la muerte del abajo. Esta contradicción absoluta llevó a Lenin a llamar a convertir la guerra imperialista en guerra revolucionaria. En el caso concreto del Estado, la socialdemocracia se hacía merecedora de comentarios como este:

“Lo fundamental en la doctrina de Marx es la lucha de clases. Así se dice y se escribe con mucha frecuencia. Pero esto no es exacto. De esta inexactitud se deriva con gran frecuencia la tergiversación oportunista del marxismo, su falseamiento en un sentido aceptable para la burguesía. En efecto, la doctrina de la lucha de clases no fue creada por Marx, sino por la burguesía, antes de Marx, y es, en términos generales, aceptable para la burguesía. Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista, puede mantenerse todavía dentro del marco del pensamiento burgués y de la política burguesa. Circunscribir el marxismo a la doctrina de la lucha de clases es limitar el marxismo, tergiversarlo, reducirlo a algo que la burguesía puede aceptar. Marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En esto es en lo que estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño (o un gran) burgués adocenado. En esta piedra de toque es en la que hay que contrastar la comprensión y el reconocimiento real del marxismo. Y no tiene nada de sorprendente que cuando la historia de Europa ha colocado prácticamente a la clase obrera ante esta cuestión, no sólo todos los oportunistas y reformistas, sino también todos los “kautskianos” (gentes que vacilan entre el reformismo y el marxismo) hayan resultado ser miserables filisteos y demócratas pequeñoburgueses, que niegan la dictadura del proletariado. El folleto de Kautsky “La dictadura del proletariado”, publicado en agosto de 1918, es decir, mucho después de aparecer la primera edición del presente libro, es un modelo de tergiversación filistea del marxismo, del que de hecho se reniega ignominiosamente, aunque se le acate hipócritamente de palabra. (Véase mi folleto La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Petrogrado y Moscú, 1918.)” Lenin, El Estado y la revolución.

Precisamente este es un dogma que todavía se escucha en la actualidad, que el mayor mérito de Marx haya sido el “descubrir” la lucha de clases, nadie mejor que Lenin para denunciar esta falacia. En efecto, para marxistas iniciados, la reducción de la historia de la humanidad a la historia de la lucha de clases en el Manifiesto Comunista, es una síntesis precisa y brillante, premisa teórica del pensamiento marxista, más no su conclusión ni su desarrollo. Vale la pena leer lo que le sigue a los párrafos citados de Lenin:

“El oportunismo de nuestros días, personificado por su principal representante, el ex-marxista C. Kautsky, cae de lleno dentro de la característica de la posición burguesa que señala Marx y que hemos citado, pues este oportunismo circunscribe el terreno del reconocimiento de la lucha de clases al terreno de las relaciones burguesas. (¡Y dentro de este terreno, dentro de este marco, ningún liberal culto se negaría a reconocer, “en principio”, la lucha de clases!) El oportunismo no extiende el reconocimiento de la lucha de clases precisamente a lo más fundamental, al período de transición del capitalismo al comunismo, al período de derrocamiento de la burguesía y de completa destrucción de ésta. En realidad, este período es inevitablemente un período de lucha de clases de un encarnizamiento sin precedentes, en que ésta reviste formas agudas nunca vistas, y, por consiguiente, el Estado de este período debe ser inevitablemente un Estado democrático de nuevo tipo (para los proletarios y los desposeídos en general) y dictatorial de nuevo tipo (contra la burguesía).

Además, la esencia de la teoría de Marx sobre el Estado sólo la ha asimilado quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria, no sólo para toda sociedad de clases en general, no sólo para el proletariado después de derrocar a la burguesía, sino también para todo el período histórico que separa al capitalismo de la “sociedad sin clases”, del comunismo. Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados son, bajo una forma o bajo otra, pero, en última instancia, necesariamente, una dictadura de la burguesía. La transición del capitalismo al comunismo no puede, naturalmente, por menos de proporcionar una enorme abundancia y diversidad de formas políticas, pero la esencia de todas ellas será, necesariamente, una: la dictadura del proletariado.”

Sólo huelga decir que entre las características o instrumentos de los cuales el estado se vale en la actualidad para dominar al grueso de la población, puedo enumerar los siguientes; pues sólo en última instancia, se trata de un cuerpo de hombres armados, el Estado se compone de una superestructura:

1.     Represiva. Que engloba ejército, policía y paramilitares

2.     Burocrática y administrativa: Secretarías, líderes sindicales charros, gobernadores, presidentes municipales, funcionarios públicos y burócratas.

3.     Ideológica. Intelectuales orgánicos e inorgánicos, medios de comunicación y educación formal a modo, políticos burgueses o simplemente caciques locales que la hacen de regidores.


Continuará... 

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