V. I. Lenin
Estaban ya escritas las líneas precedentes, cuando hemos recibido las resoluciones de la Conferencia caucasiana de los neoiskristas publicadas en Iskra. Pour la bonne bouche (para postre), no podíamos imaginar una mejor documentación.
La redacción de Iskra observa con razón: "En la cuestión fundamental de la táctica, la Conferencia caucasiana ha adoptado asimismo una decisión análoga [¡es verdad!] a la tomada por la Conferencia de toda Rusia" [es decir, la neoiskrista]. "La cuestión de la actitud de la socialdemocracia con respecto al gobierno provisional revolucionario ha sido resuelta por los camaradas caucasianos en el sentido de la actitud más negativa ante el nuevo método preconizado por el grupo Vperiod y por los delegados al llamado Congreso que se adhirieron a dicho grupo". "Hay que reconocer como muy afortunada la formulación que la Conferencia ha dado de la táctica del Partido proletario en la revolución burguesa".
Lo que es verdad, es verdad Nadie hubiera podido dar una formulación más "afortunada" del error capital de los neoiskristas. Vamos a citar esta formulación completa, destacando primeramente entre paréntesis las flores y luego los frutos presentados al final.
Resolución de la Conferencia caucasiana de los neoiskristas sobre el gobierno provisional:
"Considerando que nuestra tarea consiste en utilizar el momento revolucionario para profundizar [¡si, naturalmente, sólo que habría que agregar: a la manera de Martínov!] la conciencia socialdemócrata del proletariado [¿únicamente para profundizar la conciencia y no para conquistar la re pública? ¡Qué "profunda" comprensión de la revolución!], la Conferencia, con el fin de garantizar al Partido la más completa libertad de crítica con relación al régimen estatal burgués naciente [¡nuestra misión no es garantizar la república! Nuestra misión es únicamente garantizar la libertad de crítica. Las ideas anarquistas engendran el lenguaje anarquista: ¡el régimen "estatal burgués"!], se declara contra la formación de un gobierno provisional socialdemócrata y contra la entrada en el mismo [acordaos de la resolución de los bakuninistas que cita Engels adoptada diez meses antes de la revolución española; véase: Proletari, núm. 3[24]] y juzga que lo más conveniente es ejercer desde fuera [desde abajo y no desde arriba] una presión sobre el gobierno provisional burgués para democratizar tanto como sea posible [?!] el régimen estatal La Conferencia estima que la formación de un gobierno provisional por los socialdemócratas, o su entrada en este gobierno, de un lado, alejaría del Partido Socialdemócrata a las grandes masas del proletariado, a las que el Partido habría decepcionado, pues la socialdemocracia, a pesar de la toma del Poder, no podría satisfacer las necesidades vitales de la clase obrera, comprendida la realización del socialismo [¡la república no es una necesidad vital! ¡Los autores no advierten, en su inocencia, que emplean un lenguaje puramente anarquista, como si se negasen a tomar parte en las revoluciones burguesas!] y, de otro lado, o b l i g a r í a a l a s c l a s e s b u r g u e s a s a d a r l a e s p a l d a a l a r e v o l u c i ó n y c o n e l l o d i s m i n u i r í a s u a l c a n c e ".
He aquí el nudo de la cuestión. He aquí donde las ideas anarquistas se entretejen (como les ocurre continuamente también a los bernsteinianos de Europa occidental) con el más puro oportunismo. Solamente figuraos: ¡no entrar en el gobierno provisional porque esto obligaría a la burguesía a volver la espalda a la revolución y disminuiría así el alcance de la revolución! Tenemos ya, pues, aquí ante nosotros, por entero, en su aspecto puro y consecuente, esa filosofía neoiskrista según la cual, puesto que la revolución es burguesa, debemos inclinarnos ante la vulgaridad burguesa y cederle la acera. Si nos dejamos guiar, siquiera parcialmente, siquiera un minuto, por esta consideración de que nuestra participación puede obligar a la burguesía a dar la espalda a la revolución, cedemos, a consecuencia de ello, totalmente la hegemonía en la revolución a las clases burguesas. Entregamos así enteramente el proletariado a la tutela de la burguesía (¡¡reservándonos la plena "libertad de crítica"!!), obligando al proletariado a ser moderado y dulce para evitar que la burguesía vuelva la espalda. Castramos las necesidades más vitales del proletariado, precisamente sus necesidades políticas, que nunca han comprendido bien los economistas y sus epígonos, las castramos para que la burguesía no vuelva la espalda. Pasamos totalmente del terreno de la lucha revolucionaria por la realización del democratismo en los límites necesarios al proletariado, al terreno del regateo con la burguesía, comprando, mediante nuestra traición a los principios, mediante la traición a la revolución, el consentimiento benévolo de la burguesía ("para que no vuelva la espalda").
En dos breves líneas, los neoiskristas del Cáucaso han sabido expresar toda la esencia de su táctica de traición a la revolución, de conversión del proletariado en un miserable apéndice de las clases burguesas. Lo que hemos deducido más arriba de los errores de los neoiskristas como una tendencia se erige ahora ante nosotros en un principio claro y determinado: ¡a la cola de la burguesía monárquica! Puesto que la realización de la república obligaría (y obliga ya: ejemplo, el señor Struve) a la burguesía a volver la espalda a la revolución, pues bien, ¡abajo la lucha por la república! Puesto que toda reivindicación democrática del proletariado sostenida enérgicamente y llevada hasta el fin obliga siempre y en todas partes del mundo a la burguesía a volver la espalda, pues bien, ¡escondeos en vuestros agujeros, camaradas obreros, obrad solamente desde fuera, no penséis en utilizar para la revolución las armas y los procedimientos del régimen "estatal burgués" y conservad vuestra "libertad de crítica"!
Aquí se manifiesta el error fundamental en la comprensión misma del término "revolución burguesa". La "comprensión" Martínoviana o neoiskrista del mismo lleva directamente a traicionar la causa del proletariado a favor de la burguesía.
Quien haya olvidado el antiguo economismo, quien no lo estudie y no se acuerde de él, difícilmente podrá comprender tampoco la actual reincidencia en el economismo. Recordad el "Credo"[25] bernsteiniano. De los puntos de vista y de los programas "puramente proletarios", esas gentes han deducido la conclusión siguiente: para nosotros, socialdemócratas, la economía, la verdadera acción obrera, la libertad de criticar toda politiquería, la verdadera profundización de la labor socialdemócrata; para ellos, para los liberales, la política. Dios nos libre de caer en el "revolucionismo"; esto obligaría a la burguesía a volver la espalda. Quien relea por entero el "Credo", o bien el suplemento especial al número 9 de Rabóchaia Misl [26] (septiembre de 1899), verá todo el curso de este razonamiento.
¡Ahora ocurre lo mismo, pero en gran escala, aplicado al enjuiciamiento de toda la "gran" revolución rusa, envilecida ¡ay! de antemano y rebajada al nivel de su caricatura por los teóricos del filisteísmo ortodoxo! Para nosotros, socialdemócratas, la libertad de crítica, el profundizamiento de la conciencia, la acción desde fuera. Para ellos, para las clases burguesas, la libertad de acción, el campo libre para su dirección revolucionaria (leed: liberal), la libertad de realización de "reformas" desde arriba.
Estos vulgarizadores del marxismo no han meditado jamás las palabras de Marx sobre la necesidad de reemplazar las armas de la crítica por la crítica de las armas[27]. Invocando en vano el nombre de Marx, de hecho elaboran resoluciones tácticas absolutamente en el espíritu de los charlatanes burgueses de Francfort que criticaban libremente el absolutismo, profundizaban la conciencia democrática y no comprendían que el tiempo de la revolución es el tiempo de la acción, de la acción tanto desde arriba como desde abajo. Al convertir el marxismo en verbalismo razonador, han hecho de la ideología de la clase de vanguardia, de la clase revolucionaria más decidida y enérgica una ideologia de los sectores menos desarrollados de esta clase, los cuales esquivan las difíciles tareas democrático-revolucionarias y confían estas tareas democráticas a los señores Struve.
Si a consecuencia de la entrada de la socialdemocracia en el gobierno revolucionario, las clases burguesas vuelven la espalda a la causa de la revolución, "disminuirán con ello su alcance".
¿Lo oís, obreros rusos? El alcance de la revolución será mayor si la hacen -- a menos que los socialdemócratas no les hagan volver la espalda -- los señores Struve, que quieren no obtener la victoria sobre el zarismo, sino pactar con él ¡El alcance de la revolución será mayor si, de los dos desenlaces posibles señalados más arriba por nosotros, es el primero el que se realiza, es decir, si la burguesía monárquica llega a entenderse con la autocracia sobre la base de una "constitución" a lo Shípov!
Los socialdemócratas, que en resoluciones destinadas a servir de directiva para todo el Partido, escriben cosas tan vergonzosas, o que aprueban esas "afortunadas" resoluciones, están hasta tal punto obcecados por el verbalismo razonador que ha despojado de toda vida al marxismo, que no ven cómo esas resoluciones convierten en frases vacías todas sus otras palabras excelentes. Tomad cualquier artículo de Iskra, tomad incluso el famoso folleto de nuestro ilustre Martínov y encontraréis en ellos divagaciones sobre la insurrección popular, sobre la necesidad de llevar la revolución hasta el fin, sobre la aspiración a apoyarse en lascapas profundas del pueblo en la lucha contra la burguesía inconsecuente. Pero todas estas cosas buenas se convierten en frases miserables desde el momento en que adoptáis o aprobáis la idea de que el "alcance de la revolución disminuirá" si la burguesía se desentiende de ella. Una de dos, señores: o bien debemos aspirar a hacer la revolución con el pueblo y obtener una victoria completa sobre el zarismo, a pesarde la burguesía inconsecuente, egoísta y cobarde, o bien no admitimos este "a pesar", tememos que la burguesía "vuelva la espalda" y entonces entregamos al proletariado y al pueblo en manos de esta misma burguesía inconsecuente, egoísta y cobarde.
No tratéis de interpretar mis palabras a vuestra manera. No gritéis que se os acusa de traición consciente. No; habéis tendido siempre a hundiros, y estáis ahora hundidos en la charca, con la misma inconsciencia con que los antiguos economistas resbalaban irresistible e irremediablemente por la pendiente del "profundizamiento" del marxismo hasta el "raciocinio" antirrevolucionario, sin alma y sin vida.
¿De qué fuerzas sociales reales depende el "alcance de la revolución"? ¿Habéis pensado en ello, señores? Dejemos de lado las fuerzas de la política exterior y de las combinaciones internacionales, que se vuelven ahora completamente en nuestro favor, pero de las cuales todos nosotros hacemos caso omiso en nuestro examen, y lo hacemos con toda razón, puesto que de lo que se trata es de las fuerzas interiores de Rusia. Examinad estas fuerzas sociales interiores. Contra la revolución se alzan la autocracia, la corte, la policía, los funcionarios, el ejército y el pequeño grupito de la alta aristocracia. Cuanto más profunda es la indignación en el pueblo, menos seguro es el ejército, más aumenta la vacilación entre los funcionarios. Por otra parte, la burguesía, en su conjunto, está ahora por la revolución, y prueba su celo pronunciando discursos sobre la libertad, hablando cada vez con mayor frecuencia en nombre del pueblo e incluso en nombre de la revolución[*]. Pero todos nosotros, marxistas, sabemos por la teoría y observamos cada día y a cada hora, en el ejemplo de nuestros liberales, de las gentes de los "zemstvos" y de Osvobozhdenie, que la burguesía está por la revolución de una manera inconsecuente, egoísta y cobarde. La burguesía en su inmensa mayoría se volverá inevitablemente del lado de la contrarrevolución, del lado de la autocracia contra la revolución, contra el pueblo, en cuanto sean satisfechos sus intereses estrechos y egoístas, en cuanto "dé la espalda" al democratismo consecuente (¡y ya ahora le da la espalda! ). Queda "el pueblo", es decir, el proletariado y los campesinos: sólo el proletariado es capaz de ir seguro hasta el fin, pues va mucho más allá de la revolución democrática. Por eso, el proletariado lucha en vanguardia por la república, rechazando con desprecio los consejos necios e indignos de él de quienes le dicen que tenga cuidado de no asustar a la burguesía. Entre los campesinos hay, al lado de los elementos
* En este sentido, es interesante la carta abierta del señor Struve a Jaurès, publicada recientemente por este último en L'Humanité [28] y por el señor Struve en Osvobozhdenie, núm. 72.
pequeñoburgueses, una masa de elementos semiproletarios. Esto les hace ser también inestables, obligando al proletariado a fundirse en un partido rigurosamente de clase. Pero la inestabilidad de los campesinos es radicalmente distinta de la inestabilidad de la burguesía; pues, en este momento concreto, los campesinos se hallan menos interesados en que se mantenga indemne la propiedad privada que en arrebatar a los terratenientes sus tierras, que son una de las principales formas de aquella propiedad. Sin convertirse por ello en socialistas ni dejar de ser pequeños burgueses, los campesinos son susceptibles de actuar como los más perfectos y radicales partidarios de la revolución democrática. Los campesinos procederán invariablemente así, siempre y cuando la marcha de los acontecimientos revolucionarios que los alecciona no se interrumpa demasiado pronto por la traición de la burguesía y la derrota del proletariado. Los campesinos se convertirán invariablemente, bajo dichas condiciones, en un baluarte de la revolución y de la república, ya que sólo una revolución plenamente victoriosa puede darle al campesino, en materia de reforma agraria, todo cuanto el campesino quiere, con lo que sueña y lo que necesita realmente (no para destruir el capitalismo, como se figuran los "socialrevolucionarios", sino) para salir de la abyección de la semiservidumbre, de las tinieblas del embrutecimiento y del servilismo, para mejorar sus condiciones de existencia, en la medida en que esto es posible en el marco de la economía mercantil.
Hay más aún. Los campesinos se hallan vinculados a la revolución no solamente por la transformación agraria radical, sino, además, por todos sus intereses generales y permanentes. Incluso en la lucha contra el proletariado, el campesino tiene necesidad de la democracia, pues sólo el régimen democrático es capaz de expresar exactamente sus intereses y de darle la preponderancia como masa, como mayoría. Cuanto más instruido sea el campesino (y después de la guerra con el Japón se instruye con una rapidez que muchos ni siquiera sospechan, habituados como están a medir la instrucción únicamente con el rasero escolar), de un modo tanto más consecuente y decidido estará a favor de la revolución democrática completa, porque no tiene miedo, como la burguesía, a la soberanía del pueblo; por el contrario, ve en ella una ventaja. La república democrática se convertirá en su ideal en cuanto comience a librarse de su monaquismo ingenuo, pues el monaquismo consciente de la burguesía traficante (con su Cámara alta, etc.) promete al campesino la misma ausencia de derechos, el mismo embrutecimiento, la misma ignorancia, ligeramente teñidos de un barniz constitucional a la europea.
He aquí por qué la burguesía, como clase, tiende natural e inevitablemente a esconderse bajo el ala del partido liberal monárquico, y los campesinos, como masa, tienden a colocarse bajo la dirección del partido revolucionario y republicano. He aquí por qué la burguesía no es capaz de llevar la revolución democrática hasta el fin, mientras que los campesinos son capaces de llevar la revolución hasta el fin, y nosotros debemos ayudarles en esto con todas nuestras fuerzas.
Se me objetará: no hay necesidad de probar esto; es el abecé; todos los socialdemócratas lo comprenden perfectamente No; eso no lo comprenden los que son capaces de hablar de la "disminución del alcance" de la revolución en el caso de que la burguesía se aparte de ella. Esas gentes repiten frases de nuestro programa agrario, aprendidas de memoria, pero sin comprender su sentido; pues, de otro modo, no tendrían miedo a la idea de la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos, que se desprende necesariamente de toda la concepción marxista y de nuestro programa; de otro modo, no limitarían el alcance de la gran revolución rusa al alcance que pretende darle la burguesía. Esas gentes aplastan sus frases marxistas revolucionarias abstractas con el peso de sus resoluciones concretas, antimarxistas y antirrevolucionarias.
Quien comprende verdaderamente cuál es el papel de los campesinos en la revolución rusa victoriosa, será incapaz de decir que el alcance de la revolución se reduce si la burguesía le vuelve la espalda, pues, en realidad, la revolución rusa no comenzará a adquirir su verdadero alcance, no comenzará a adquirir realmente la mayor envergadura posible en la época de la revolución democrático-burguesa, hasta que la burguesía no le vuelva la espalda y el elemento revolucionario activo sea la masa campesina, en unión con el proletariado. Para ser llevada consecuentemente hasta su término, nuestra revolución democrática debe apoyarse en fuerzas capaces de contrarrestar la inevitable inconsecuencia de la burguesía (es decir, capaces precisamente de "obligarla a volver la espalda", lo que temen, en su simplicidad, los partidarios caucasianos de Iskra ).
El proletariado debe llevar a término la revolución democrática, atrayéndose a la masa de los campesinos, para aplastar por la fuerza la resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía. El proletariado debe llevar a cabo la revolución socialista, atrayéndose a la masa de los elementos semiproletarios de la población, para des trozar por la fuerza la resistencia de la burguesía y paralizar la inestabilidad de los campesinos y de la pequeña burguesía. Tales son las tareas del proletariado, que los partidarios de nueva Iskra conciben de un modo tan estrecho en todos sus razonamientos y resoluciones sobre la amplitud de la revolución.
Sólo que no hay que olvidar una circunstancia que se pierde frecuentemente de vista cuando se discurre sobre esta "envergadura". No hay que olvidar que no hablamos aquí de las dificultades del problema, sino de la vía en la cual hay que buscar y procurar su solución. No se trata de que sea fácil o difícil hacer que el alcance de la revolución sea potente e invencible, sino de cómo hay que proceder para que su alcance sea mayor. El desacuerdo se refiere precisamente al carácter fundamental de la actividad, de su misma orientación. Lo subrayamos, porque gentes negligentes o poco escrupulosas confunden con harta frecuencia dos cuestiones diferentes: la cuestión del camino a seguir, es decir, de la elección entre dos caminos diferentes, y la cuestión de la facilidad o de la proximidad del fin a alcanzar por el camino emprendido.
No nos hemos referido a esta última cuestión en la exposición precedente, porque dicha cuestión no ha suscitado desacuerdos y divergencias en el seno de nuestro Partido. Pero, naturalmente, la cuestión es en sí sumamente importante y digna de la mayor atención por parte de todos los socialdemócratas. Sería de un optimismo imperdonable olvidar las dificultades que supone el incorporar al movimiento no sólo a la masa de la clase obrera, sino también a la masa campesina. Contra estas dificultades precisamente se han estrellado más de una vez los esfuerzos realizados para llevar hasta el fin la revolución democrática, con la particularidad de que ha triunfado lo más frecuentemente la burguesía más inconsecuente y más egoísta, que "obtenía capital" de la defensa que la monarquía le aseguraba contra el pueblo y, al mismo tiempo, "conservaba la inocencia" del liberalismo. . . o de la tendencia de Osvobozhdenie. Pero dificultad no es imposibilidad de realización. Lo que importa es estar seguros de haber elegido el buen camino, y esta seguridad centuplica la energía revolucionaria y el entusiasmo revolucionario, que son capaces de realizar milagros.
El grado de profundidad del desacuerdo existente entre los socialdemócratas de nuestros días, a propósito de la elección del camino a seguir, aparece en seguida con evidencia cuando se compara la resolución de los neoiskristas caucasianos con la del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. La resolución del Congreso declara: la burguesía es inconsecuente, tratará sin falta de arrancarnos las conquistas de la revolución. Por lo tanto, preparaos más enérgicamente a la lucha, camaradas obreros, armaos, atraed a vuestro lado a los campesinos. No cederemos sin combate a la burguesía egoísta nuestras conquistas revolucionarias. La resolución de los neoiskristas caucasianos dice: la burguesía es inconsecuente, puede volver la espalda a la revolución. Por eso, camaradas obreros: ¡no penséis, por favor, en participar en el gobierno provisional; pues, en este caso, la burguesía volverá seguramente la espalda, y el alcance de la revolución, por tanto, será menor!
Los unos dicen: impulsad la revolución hacia adelante, hasta el fin, a pesar de la resistencia o de la pasividad de la burguesía inconsecuente.
Los otros dicen: no penséis en llevar la revolución hasta el fin de una manera independiente; pues, entonces, la burguesía inconsecuente le volverá la espalda.
¿Es que no nos hallamos en presencia de dos rutas diametralmente opuestas? ¿No es evidente que una táctica excluye absolutamente la otra y que la primera es la única táctica acertada de la socialdemocracia revolucionaria, mientras que la segunda es, en el fondo, una táctica puramente en el espíritu de Osvobozhdenie?
No hay comentarios:
Publicar un comentario