miércoles, 15 de febrero de 2012

La adaptación al capitalismo. Rosa Luxemburgo: ¿Reforma o revolución?


Rosa Luxemburgo: Reforma o revolución

Introducción

  X Sector de Trabajadores de LOC (Oax)

Este texto lo pongo a disposición porque me llamó mucho la atención la parte donde habla de los pequeños y medianos empresarios, que durante la era del tragicómico Vicente Fox, la economía política oficial del Estado hacia las capas empobrecidas de la población ofrecía (y todavía ofrece el gobierno del pinche pelón de lentes) la hoja de parra de los micro changarros como válvula de escape a la crisis capitalista que ya se sentía de por sí (nuestro eterno y oficial empobrecimiento).

Esto mientras algún anciano conocido maoísta me explicaba cuando yo tenía apenas 17 años que el capitalismo en nuestro país (según los estudios de sus cuates) retrocedía hacia la era feudal de los artesanos y pequeños productores, observando desde sus estudios y desde la simple observación cotidiana, el creciente aumento de tiendas de abarrotes, franquicias (COMEX, VIPS, SAMBORNS), pero sobre todo de pequeños negocios dedicados a la reventa de mercancías producidas en China, Estados Unidos y Japón.

Dos años más tarde en las asambleas universitarias donde los estudiantes de la UAM-I debatían con las autoridades sobre los planes de estudio en Ciencias Sociales y Humanidades (CSH), recuerdo claramente y había VAGADO en mi mente durante estos últimos 8 años la siguiente idea que aún es afirmada y negada dialécticamente por la realidad de nuestro país: “México es un país abarrotero”  (“también exportamos paisanos” recalca don Andrés Contreras en sus canciones).

Preguntaba este hombre de sesenta y tantos años el año 2004: “¿Entonces qué nuevas licenciaturas aportará el IPN si los chavos cuando salen a la calle se encuentran con la cruda realidad de que no hay trabajo de lo que estudiaron?, por ejemplo: Los que estudiaron ingeniería en automatización, ¿en donde van a conseguir trabajo?, la industria de nuestro país se encuentra en retroceso y operando con tecnología de los años setentas, incluso esta va en decadencia con la firma de los Tratados de Libre Comercio (TLC´s, es decir de competencia entre gigantes y pequeños productores, entre la superindustria y el sub o infra desarrollo)”… ante esto, él recalcaba: ¿Entonces qué carreras vamos a ofrecerles?, ¿licenciado en tacos?, aclarando su respeto por todos los oficios con los que millones de mexicanos luchamos por sobrevivir cada día.

El presente documento apunta:

“Es completamente falso creer que la historia de la mediana empresa capitalista es una línea recta hacia su gradual desaparición. Por el contrario, el curso real de su desarrollo es puramente dialéctico y se mueve constantemente entre contradicciones. Las capas medias capitalistas, al igual que la clase obrera, se encuentran bajo la influencia de dos tendencias opuestas, una que tiende a elevarla y otra que tiende a hundirla.

La tendencia descendente es el continuo aumento en la escala de la producción, que periódicamente supera las dimensiones de los capitales medios, expulsándolos repetidamente de la arena de la competencia mundial.”

Esto para que lo escuchen bien los hoteleros de Oaxaca y la estúpida, ignorante, enana y racista “burguesía”, pequeña burguesía y caciques de Oaxaca.

Lo siento y doy todo mi apoyo a los artesanos que se dedican a producir maravillosos e irrepetibles productos originarios de inigualable belleza y complejidad.

“La tendencia ascendente es la desvalorización periódica de los capitales existentes, que durante cierto tiempo rebaja la escala de la producción, en proporción al valor de la cantidad mínima de capital necesaria, y además paraliza temporalmente la penetración de la producción capitalista en nuevas esferas.

No hay que imaginarse la lucha entre la mediana empresa y el gran capital como una batalla periódica en la que la parte más débil ve mermar directamente el número de sus tropas cada vez más, sino, más bien, como una siega periódica de pequeñas empresas, que vuelven a surgir con rapidez solamente para ser segadas de nuevo por la guadaña de la gran industria. Ambas tendencias juegan a la pelota con las capas medias capitalistas, pero al final acaba por triunfar la tendencia descendente, a diferencia de lo que ocurre con el proletariado.”

Actualmente, el Proyecto Mesoamérica, es decir, los planes del imperialismo – gabinismo, pretende convertir en proletarios (dueños de nada, excepto de su propia miseria y fuerza de trabajo) a los pueblos originarios de Oaxaca, desarraigándolos y despojándolos del legítimo y ancestral derecho comunal del territorio con todos sus recursos naturales, esto es lo que muchos comunistas y anarquistas hemos mencionado como la continuación del proceso de expansión imperialista (especialmente desde la creación de la Coordinadora vs la Represión y la Impunidad de la APPO en septiembre de 2010), a lo que muchos anarquistas han llamado la continuación del proceso de colonización, a lo que llamamos muchos la segunda conquista (primero por los españoles y ahora los estadounidenses, canadienses, los españoles de IBERDROLA, y los que buscan productos minerales en Teojomulco y buena parte de la Sierra Sur, no recuerdo si es uranio o plutonio)… a todos estos se les conoce como capitalistas y a mi parecer el término más adecuado es la continuación de la expansión imperialista con todas sus implicaciones y explicaciones: despojo, muerte, destrucción de ecosistemas vitales para la sobrevivencia de nuestro planeta, militarismo, paramilitarismo, contrainsurgencia, guerras religiosas, inyección de dinero y armas en los pueblos a través de partidos electorales para dividir a las comunidades para que se maten y dejar el camino libre al imperialismo… a los grandes empresarios nacionales y transnacionales.

El documento de Rosa Luxemburgo explica lo inepto que es afirmar que en las ciudades se restablecerá el dominio de la mediana empresa suplantando a la gran industria, pues la mediana empresa tiende a convertirse en la industria pesada, se expande, chupa la sangre de los trabajadores del campo que van a la ciudad, a los de la ciudad los convierte en apéndice de la máquina, más bien a todos para el disfrute de un solo patrón o un comité de privilegiados, como decía antes, porque así nos educaron en la escuela, para ser empleados, pero no para ser dueños de nuestra fuente de trabajo, por ello es importante el trabajo de las cooperativas, el control obrero, fábrica cerrada: fábrica ocupada, si no tiénes trabajo: unámonos en trabajo libremente asociado desde hoy.

Nuestro abarrotero país no tiene futuro desde el capitalismo, el único camino es la autodeterminación de las clases oprimidas, de los pueblos oprimidos para identificar a los enemigos y trabajar sin TLC´s, sin trabas, producir nuestra propia comida, nuestra propia carne, nuestra propia ropa (eso se ha perdido en las ciudades) originaria que es más original que cualquier marca registrada que ya hasta aburre y nos hace sentir como producidos en serie: vestidos iguales, formados en las largas filas del transporte público que cada día está más pinche caro (por los acuerdos que han tomado los poderosos que si se previenen contra una revolución iniciando la era del narcoterrorismo contrainsurgente, plan Mérida, plan Colombia, lucha vs el narco y en sus congresos mundiales a puerta cerrada de magnates decidiendo el futuro de todo el mundo acordando subir el precio del petróleo cada cierto tiempo para que este sea más lucrativo, darle salida a su no menos lucrativa industria de guerra y sobre todo por precisión explícita: para que los jodidos no tengamos dinero para movernos de un lado a otro, para que no tengamos tiempo ni dinero para organizarnos… aunque ellos apuntan específicamente a los activistas más decididos y más jodidos económicamente que se tratan de mover de un estado a otro, ya no decir de un país a otro para organizar la lucha, los ricos quieren la exclusividad de la política como su propiedad privada. Pero a los pendejos se les olvida que vivimos en barrios, comunidades, ejidos y ahí es la unidad fundamental de la lucha.

No quiero dejar de señalar cómo Rosa Luxemburgo responde con mucha anticipación a esos teóricos burgueses que hasta el día de hoy creyendo que sus teorías son innovadoras, nos quieren engañar y se engañan a ellos mismos diciendo que contratando más créditos amortiguaremos la crisis, eso es mentira, en México y en todo el mundo, el sistema crediticio es el sistema de la moderna usura, es lo que ha colapsado intencionalmente a la economía mundial para que los grandes capitalistas absorban las empresas quebradas de los capitalistas más chicos y a la vez generar más deuda para el 99% de la humanidad. En el sistema capitalista: la evolución moderna de los sistemas de explotación también llamado moderno esclavismo, debemos señalar un aspecto de vital relevancia: que en la antigüedad esclavista, el esclavo tenía derecho a casa y comida segura, mientras que en la modernidad el obrero tiene el “derecho” y la “libertad” de morirse de hambre.

* Doy gracias a Rosa Luxemburgo, Ricardo Flores Magón, Carlos Marx, a lucha de las y los compañeros de San Juan Copala, la Supervía Poninente, etcétera por clarificarme esto desde su práctica, a los teóricos desde su campo de acción, a las luchas porque la realidad misma se nos impone, los “acuerdos de paz”  con los asesinos, que el gobierno del asesino gachupin de Gabino Cué quiso usar para envolver a los triquis autónomos y su carácter tramposo demuestran lo dicho por el che en sus discursos ante las Naciones Unidas… “en el imperialismo no se puede confiar ni tantito así”.

También agradezco al compa de Tláhuac que me mencionaba en una charla refiriéndose a su participación en el Congreso Nacional Indígena de Vícam: “En este país el Estado de Derecho no existe, constantemente se violan impunemente los derechos humanos, las leyes solamente se las creen los pendejos y los abogados.”

Finalmente cito al compañero Andrés Contreras, que dice que para ser libres, primero hay que aprender a faltarle al respeto al enemigo, así que no se vayan a ofender por mi lenguaje coloquial en esta breve queja-introducción.

* Recomiendo visitar el Centro de Capacitacion para Trabajadores de La Otra Campaña para profundizar en aspectos prácticos y teóricos en la lucha contra el sistema capitalista, desde la socialización de conocimientos teóricos y prácticos, hasta la formación política colectiva que nos ayude a comprender y combatir la actual crisis del sistema.

Capacitación y Formación Política de l@s Trabajador@s de La Otra Campaña

Centro Autónomo de Capacitación y Formación Política de l@s Trabajador@s de La Otra Campaña
Búscanos en el local del Sindicato Nacional de Trabajadores de Uniroyal, calle Lago Plava #95, Colonia Ignacio Manuel Altamirano, Antigua Huichapan, cerca del metro Panteones. Para Más información escríbenos a: laotraobrera@gmail.com, agnmex@yahoo.com.mx y aaoc2010@gmail.com o si prefieres marca al teléfono 53-99-63-73
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Agradezco a todos los compañeros y las compañeras que he encontrado en este caminar por las causas justas, de todas y todos he aprendido algo. “Aquí el miedo no nos sirve para nada” me decía una compañera de Copala.

…Viene a mi mente e impacta con vital claridad la consigna muchas veces entonada en los movimientos de abajo y a la izquierda:

¡LA CRISIS DEL SISTEMA, NO TIENE SOLUCIÓN. LA ÚNICA SALIDA, ES LA REVOLUCIÓN!










2. La adaptación del capitalismo




Según Bernstein, los medios más importantes que posibilitan la adaptación de la economía capitalista son el crédito, los avanzados medios de transporte y comunicación y los cárteles empresariales.

El crédito cumple diversas funciones en la economía capitalista, siendo las más importantes la expansión de la producción y la facilitación del intercambio. Cuando la tendencia inherente a la producción capitalista a expandirse ilimitadamente choca con los límites de la propiedad privada o con las restringidas dimensiones del capital privado, el crédito aparece como el medio de superar, de modo capitalista, esos obstáculos. El crédito fusiona en uno solo muchos capitales privados (sociedades por acciones) y permite que cualquier capitalista disponga del capital de otros (crédito industrial). Como crédito comercial, acelera el intercambio de mercancías, es decir, el retorno del capital a la producción, ayudando así a todo el ciclo del proceso productivo. Es fácil comprender la influencia que estas dos funciones principales del crédito tienen sobre la formación de las crisis. Si bien es verdad que las crisis surgen de la contradicción entre la capacidad de expansión --la tendencia al aumento de la producción-- y la limitada capacidad de consumo, el crédito es precisamente, a la vista de lo dicho más arriba, el medio de conseguir que esa contradicción estalle con la mayor frecuencia posible. Para empezar, incrementa desproporcionadamente la capacidad de expansión, convirtiéndose así en el motor interno que constantemente empuja a la producción a rebasar los límites del mercado. Pero el crédito es un arma de dos filos: primero, como factor del proceso productivo, origina la sobreproducción, y después, como factor del intercambio de mercancías, destruye durante las crisis las fuerzas productivas que él mismo creó. A las primeras señales de estancamiento, el crédito se contrae y abandona el intercambio precisamente cuando a éste más indispensable le sería; y allí donde todavía subsiste, resulta inútil e ineficaz. Y reduce al mínimo la capacidad de consumo del mercado.

Además de estos dos resultados principales, el crédito también influye de otras maneras en la formación de las crisis: constituye el medio técnico para hacer accesible a un capitalista los capitales ajenos y es un acicate para el empleo audaz y sin escrúpulos de la propiedad ajena, es decir, para la especulación. Como medio alevoso de intercambio mercantil, el crédito no sólo agrava las crisis, también facilita su aparición y expansión, al transformar todo el intercambio en un mecanismo extremadamente complejo y artificial que es fácilmente perturbado a la menor ocasión, dada la escasa cantidad de dinero en metálico sobre la que se sustenta.

Por tanto, lejos de ser un instrumento de eliminación o atenuación de las crisis, es un factor especialmente poderoso para la formación de las mismas. Y no puede ser de otro modo si pensamos que la función del crédito, en términos generales, es eliminar las rigideces de las relaciones capitalistas e imponer por doquier la mayor elasticidad posible, a fin de hacer a todas las fuerzas capitalistas lo más flexibles, relativas y mutuamente sensibles que se pueda. Con esto, el crédito facilita y agrava las crisis, que no son otra cosa que el choque periódico de las fuerzas contradictorias de la economía capitalista.
Esto nos lleva a otra cuestión: ¿Cómo es posible que el crédito aparezca, en general, como un "medio de adaptación" del capitalismo? Al margen de cómo se conciba, dicha "adaptación" únicamente puede consistir en la capacidad para eliminar cualquiera de las relaciones contrapuestas de la economía capitalista, es decir, para eliminar o debilitar alguna de sus contradicciones, proporcionando así campo libre, en un momento u otro, a las otrora fuerzas reprimidas. De hecho, es el crédito precisamente el que agudiza al máximo las contradicciones de la economía capitalista actual. Agudiza la contradicción entre el modo de producción y el modo de distribución, dado que intensifica al máximo la producción, pero paraliza el intercambio al menor pretexto. Agudiza la contradicción entre el modo de producción y el modo de apropiación, dado que separa la producción de la propiedad, es decir, convierte el capital que interviene en la producción en capital "social", pero al mismo tiempo transforma una parte del beneficio en un simple título de propiedad, bajo la forma de interés del capital. Agudiza la contradicción entre las relaciones de propiedad y las relaciones de producción, dado que expropia a muchos pequeños capitalistas y concentra en muy pocas manos una cantidad enorme de fuerzas productivas. Y finalmente, agudiza la contradicción entre el carácter social de la producción y la propiedad privada capitalista, en la medida en que hace necesaria la intervención del Estado en la producción.

En una palabra, el crédito reproduce las contradicciones fundamentales del capitalismo, las lleva al paroxismo y acelera su desarrollo, empujando así al mundo capitalista a su propia destrucción. La primera medida de adaptación del capitalismo, en relación con el crédito, tendría que ser, por tanto, su abolición, hacerlo desaparecer. De hecho, el crédito no es un medio de adaptación, sino un medio de aniquilación, de la mayor trascendencia revolucionaria. Este carácter del crédito ha inspirado, incluso, planes de reformas "socialistas", de algunos de cuyos defensores, como Isaac Péreire en Francia, dijo Marx que eran "mitad profetas, mitad sinvergüenzas".6

Igual de insuficiente resulta ser, si se lo examina bien, el segundo "medio de adaptación" de la producción capitalista, las alianzas empresariales, que según Bernstein conseguirán contener la anarquía y evitar las crisis mediante la regulación de la producción. Todavía no se han estudiado detenidamente las múltiples consecuencias del desarrollo de los cárteles y de los trusts, pero anuncia un problema que sólo se puede solucionar con la ayuda de la teoría marxista. Pero una cosa sí es cierta: cabría hablar de contención de la anarquía capitalista por medio de las alianzas empresariales si los cárteles, trusts, etc., se inclinasen hacia una forma general y socializada de producción, posibilidad que está excluida debido a la naturaleza de los mismos.

El objetivo económico real y el resultado de las alianzas empresariales es eliminar la competencia dentro de una determinada rama de la producción, puesto que dicha eliminación influye en la distribución de los beneficios obtenidos en el mercado, haciendo que aumente la porción correspondiente a esa rama. La alianza sólo puede elevar los porcentajes de beneficios dentro de una rama industrial a costa de las otras, por lo cual ese aumento no puede ser general. La extensión de las alianzas a todas las ramas importantes de la producción hace desaparecer su influencia.

Además, dentro de los límites de su aplicación práctica, las alianzas empresariales tienen un efecto contrario al de la eliminación de la anarquía industrial. En el mercado interior, suelen obtener un incremento de su tasa de beneficio, al hacer producir para el extranjero, con una tasa de beneficio mucho más baja, las cantidades suplementarias de capital que no pueden emplear para las necesidades internas, o sea, vendiendo las mercancías en el extranjero mucho más baratas que en el mercado doméstico. El resultado es la agudización de la competencia en el extranjero, el aumento de la anarquía en el mercado mundial, es decir, precisamente lo contrario de lo que se pretendía conseguir. Un ejemplo ilustrativo es la historia de la industria mundial del azúcar.

En general, consideradas como manifestaciones del modo de producción capitalista, las alianzas empresariales deben ser vistas como una fase del desarrollo capitalista. No son, en esencia, más que un medio del modo de producción capitalista para contener la fatal caída de la tasa de beneficios en ciertas ramas. ¿De qué método se valen los cárteles para alcanzar este fin?

Del método de no utilizar una parte del capital acumulado, es decir, el mismo método que, bajo otra forma, se aplica en las crisis. Sin embargo, el remedio y la enfermedad se parecen como dos gotas de agua. De hecho, el primero sólo puede considerarse el mal menor hasta cierto punto. Cuando los mercados comiencen a contraerse y el mercado mundial haya alcanzado sus límites y esté agotado, producto de la competencia entre los países capitalistas --momento que tarde o temprano se alcanzará--, la parte improductiva del capital comienza a adquirir tales proporciones que el remedio se transforma en enfermedad y el capital, ya muy "socializado" a través de las alianzas, tenderá a convertirse de nuevo en capital privado. Al aumentar las dificultades para encontrar mercados, cada porción individual de capital acaba prefiriendo probar suerte por libre. Las alianzas estallan entonces como pompas de jabón, dando paso a una libre competencia más aguda.*1
En general puede decirse que las alianzas empresariales, al igual que el crédito, son fases determinadas del desarrollo capitalista, que en última instancia sólo aumentan la anarquía del mundo capitalista y manifiestan y hacen madurar sus contradicciones internas. Al intensificar la lucha entre productores y consumidores, como podemos observar especialmente en Estados Unidos, los cárteles agudizan la contradicción entre el modo de producción y el modo de distribución. Agudizan asimismo la contradicción entre el modo de producción y el modo de apropiación, por cuanto enfrentan de la forma más brutal al proletariado con la omnipotencia del capital organizado y, de esta manera, agudizan la contradicción entre capital y trabajo. Agudizan, por último, la contradicción entre el carácter internacional de la economía mundial capitalista y el carácter nacional del Estado capitalista, dado que siempre van acompañados por una guerra arancelaria general, lo que agrava las diferencias entre los diversos países capitalistas. A todo esto hay que añadir el efecto directo y altamente revolucionario de los cárteles sobre la concentración de la producción, el progreso técnico, etc.

Por tanto, desde el punto de vista de sus efectos finales sobre la economía capitalista, los cárteles y los trusts no sirven como "medios de adaptación". Al contrario, aumentan la anarquía de la producción, estimulan contradicciones y aceleran la llegada de un declive general del capitalismo.

Ahora bien, si el crédito, los cárteles y demás no consiguen eliminar la anarquía de la economía capitalista, ¿por qué durante dos decenios, desde 1873, no hemos tenido ninguna gran crisis comercial? ¿No es ésta una señal de que, en contra del análisis de Marx, el modo de producción capitalista ha logrado "adaptarse", al menos en sus líneas generales, a las necesidades de la sociedad?

[En nuestra opinión, la actual bonanza en el mercado mundial tiene otra explicación. En general se cree que las grandes crisis comerciales globales ocurridas hasta ahora son las crisis seniles del capitalismo esquematizadas por Marx en su análisis. La periodicidad más o menos decenal del ciclo de producción parecía ser la mejor confirmación de este esquema. Esta concepción, sin embargo, descansa sobre lo que, a nuestro juicio, es un malentendido. Si se hace un análisis más exhaustivo de las causas que han provocado las grandes crisis internacionales acontecidas hasta el momento, se podrá advertir que, en conjunto, no son la expresión del envejecimiento de la economía capitalista, sino todo lo contrario, son el producto de su crecimiento infantil. Un repaso breve de su evolución basta para demostrar desde un principio que en los años 1825, 1836, 1847, el capitalismo no pudo producir aquellos periódicos e inevitables choques de las fuerzas productivas con los límites del mercado a causa de su madurez, como se desprende del esquema marxista, puesto que por aquel entonces el capitalismo se hallaba en pañales en la mayoría de los países.]*2

En efecto, la crisis de 1825 fue el resultado de las enormes inversiones de capital para construir carreteras, canales y plantas de gas durante la década precedente, especialmente en Inglaterra, donde la crisis estalló. La crisis siguiente de 1836-39 también fue el resultado de las gigantescas inversiones en nuevos medios de transporte. La crisis de 1847 se produjo por la febril construcción de ferrocarriles en Inglaterra --en sólo tres años (1844-47), el Parlamento otorgó concesiones por valor de ¡1.500 millones de táleros7!--. En estos tres casos, la crisis sobrevino tras el establecimiento de nuevos cimientos para el desarrollo capitalista. En 1857, la causa fue la apertura de nuevos mercados para la industria europea en América y Australia a consecuencia del descubrimiento de las minas de oro y la amplia expansión del ferrocarril, siguiendo las huellas de Inglaterra, especialmente en Francia, donde de 1852 a 1856 se construyeron líneas férreas por valor de 1.250 millones de francos. Finalmente, como es sabido, la gran crisis de 1873 fue la consecuencia directa del enorme auge de la gran industria en Alemania y Austria, que siguió a los acontecimientos políticos de 1866 y 1871.8

Por tanto, en todos los casos, el motivo de la crisis comercial fue la repentina expansión de la economía capitalista, y no su contracción. El hecho de que aquellas crisis internacionales se repitieran cada diez años fue meramente externo y casual. El esquema marxista de la formación de las crisis, tal como lo exponen Engels en el Anti-Dühring y Marx en los tomos I y III de El capital, es válido para todas las crisis sólo en la medida que pone al descubierto su mecanismo interno y sus causas generales de fondo.

[En conjunto, el esquema marxista se adapta mejor a una economía capitalista plenamente desarrollada, en la que se presupone la existencia de un mercado mundial. Solamente en este caso las crisis pueden originarse de un modo mecánico en el movimiento interno propio de los procesos de producción y distribución, como se desprende del análisis marxista, y sin necesidad de que una conmoción repentina en las relaciones de producción y de mercado actúe como estímulo. Si analizamos la situación actual de la economía, tendremos que reconocer que todavía no hemos llegado a la etapa de la madurez completa del capitalismo que se presupone en el esquema marxista de la periodicidad de las crisis. El mercado mundial aún se está creando: Alemania y Austria sólo entraron en la fase de la auténtica gran producción industrial a partir de 1870, Rusia ha ingresado a partir de 1880, Francia continúa siendo en gran parte un país de producción artesanal, los países balcánicos aún no han roto en gran medida las cadenas de la economía natural y América, Australia y África tan sólo a partir de 1880 han entrado en un régimen de intercambio comercial vivo y regular con Europa. Si bien es cierto, por un lado, que ya hemos superado las crisis, por así decirlo, juveniles producidas hasta 1870 a consecuencia del desarrollo brusco y repentino de nuevas ramas de la economía capitalista, también lo es que, por otro lado, aún no hemos alcanzado el grado de formación y agotamiento del mercado mundial que puede producir un choque fatal y periódico de las fuerzas productivas contra los límites del mercado, es decir, que puede producir las verdaderas crisis seniles del capitalismo. Nos encontramos en una fase en que las crisis ya no son el producto del ascenso del capitalismo, pero todavía tampoco son el producto de su decadencia.

Este período de transición se caracteriza por el ritmo débil y lento de la vida económica desde hace casi veinte años, en el que cortos períodos de crecimiento se alternan con largos períodos de depresión.

[Pero de los mismos fenómenos que han ocasionado la ausencia temporal de crisis se deriva que nos acercamos inevitablemente al comienzo del final, al período de las crisis últimas del capitalismo. Una vez que el mercado mundial haya alcanzado, en líneas generales, un alto grado de desarrollo y que ya no pueda crecer por medio de ningún aumento brusco, al tiempo que crece sin parar la productividad del trabajo, se inicia un conflicto más o menos largo entre las fuerzas productivas y las barreras del intercambio, que, al repetirse, será cada vez más violento y tormentoso. Y si algo resulta especialmente adecuado para acercarnos a ese período, para establecer con rapidez el mercado mundial y agotarlo también con igual rapidez, ello es precisamente esos mismos fenómenos, el crédito y los cárteles, sobre los que Bernstein construye su teoría de los "medios de adaptación" del capitalismo.]*3

La creencia de que la producción capitalista pueda "adaptarse" a la distribución presupone una de estas dos cosas: o el mercado mundial puede crecer infinita e ilimitadamente o, por el contrario, las fuerzas productivas ven tan frenado su desarrollo, que no pueden superar los límites del mercado. La primera opción es materialmente imposible y la segunda se enfrenta al hecho de que los constantes avances técnicos crean a diario nuevas fuerzas productivas en todas las ramas de la producción.

Todavía hay un fenómeno que, según Bernstein, contradice la evolución del capitalismo como se ha expuesto: la "resuelta infantería" de las medianas empresas. En ellas ve Bernstein un signo de que el desarrollo de la gran industria no actúa de un modo tan revolucionario y no concentra tanto la industria como se derivaría de la teoría del hundimiento. Bernstein es aquí, de nuevo, víctima de su propia falta de comprensión. Porque es entender muy erróneamente el proceso de desarrollo de la gran industria esperar del mismo que vaya a hacer desaparecer la mediana empresa.

De acuerdo con Marx, la misión de los pequeños capitales en la marcha general del desarrollo capitalista es ser los pioneros del avance técnico, y ello en dos sentidos: introduciendo nuevos métodos de producción en ramas ya arraigadas de la producción y creando ramas nuevas todavía no explotadas por los grandes capitales. Es completamente falso creer que la historia de la mediana empresa capitalista es una línea recta hacia su gradual desaparición. Por el contrario, el curso real de su desarrollo es puramente dialéctico y se mueve constantemente entre contradicciones. Las capas medias capitalistas, al igual que la clase obrera, se encuentran bajo la influencia de dos tendencias opuestas, una que tiende a elevarla y otra que tiende a hundirla. La tendencia descendente es el continuo aumento en la escala de la producción, que periódicamente supera las dimensiones de los capitales medios, expulsándolos repetidamente de la arena de la competencia mundial. La tendencia ascendente es la desvalorización periódica de los capitales existentes, que durante cierto tiempo rebaja la escala de la producción, en proporción al valor de la cantidad mínima de capital necesaria, y además paraliza temporalmente la penetración de la producción capitalista en nuevas esferas. No hay que imaginarse la lucha entre la mediana empresa y el gran capital como una batalla periódica en la que la parte más débil ve mermar directamente el número de sus tropas cada vez más, sino, más bien, como una siega periódica de pequeñas empresas, que vuelven a surgir con rapidez solamente para ser segadas de nuevo por la guadaña de la gran industria. Ambas tendencias juegan a la pelota con las capas medias capitalistas, pero al final acaba por triunfar la tendencia descendente, a diferencia de lo que ocurre con el proletariado.

Sin embargo, este triunfo no se manifiesta necesariamente en una disminución del número absoluto de medianas empresas, sino en el progresivo aumento del capital mínimo necesario para la subsistencia de las empresas en las ramas viejas de la producción y en la constante reducción del lapso de tiempo durante el que los pequeños capitalistas se benefician de la explotación de las ramas nuevas. De todo esto se deriva, para el pequeño capitalista individual, un cada vez más corto plazo de permanencia en las nuevas industrias y un cada vez más rápido ritmo de cambio en los métodos de producción y en la naturaleza de las inversiones; y para las capas medias en su conjunto, un proceso cada vez más rápido de cambio en la posición social.

Esto último lo sabe muy bien Bernstein y procede a comentarlo. Pero lo que parece olvidar es que en eso consiste la ley misma del movimiento de la mediana empresa capitalista. Si se admite que los pequeños capitales son los pioneros del progreso técnico y si es verdad que éste es el pulso vital de la economía capitalista, entonces resulta que los pequeños capitales son parte integral del desarrollo capitalista y que únicamente podrán desaparecer cuando dicho desarrollo desaparezca. La desaparición gradual de la mediana empresa --en el sentido absoluto de la estadística matemática, que es de lo que habla Bernstein-- no significaría el avance revolucionario del desarrollo capitalista, como Bernstein cree, sino su ralentización y estancamiento: "La tasa de beneficio, es decir, el crecimiento relativo de capital, es importante ante todo para los nuevos inversores de capital, que se agrupan por su cuenta. En cuanto la formación de capital recayera exclusivamente en manos de algunos grandes capitales (...) el fuego vivificador de la producción acabaría apagándose, se consumiría".9

[Los medios de adaptación bernsteinianos resultan, pues, ineficaces, y los fenómenos que él considera como síntomas de la "adaptación" se han de atribuir a causas completamente distintas.]*4



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6. Referencia a la frase final del capítulo 27 de la sección 5ª del tomo III de El capital, donde Marx califica de “carácter agradable de sinvergüenza y profeta” al banquero francés Isaac Péreire (1806-80), seguidor del socialista utópico Saint-Simon.
*1 En la segunda edición, la autora añadió el siguiente párrafo: “En una nota a pie de página en el libro tercero de El capital, Engels escribió en 1894: ‘Desde que se escribió lo que antecede (1865) se ha intensificado considerablemente la competencia en el mercado mundial, a través del rápido desarrollo de la industria en todos los países civilizados, especialmente en América y Alemania. El hecho de que las fuerzas productivas modernas, en su crecimiento rápido y gigantesco, superen cada día más las leyes del intercambio capitalista de mercancías, en cuyo contexto debieran actuar, se va haciendo cada vez más claro en las conciencias de los capitalistas. Esto se demuestra por dos síntomas. En primer lugar, por la nueva manía proteccionista generalizada, que se diferencia de los antiguos aranceles proteccionistas en el hecho de que cubre fundamentalmente a los productos exportables. En segundo lugar, por la formación de cárteles de fabricantes en grandes esferas de la producción, con el fin de regular ésta y, con ella, los precios y los beneficios. Es manifiesto que estos experimentos sólo son posibles en un clima económico favorable; la primera tormenta los tira por la borda, demostrando así que si la producción necesita regulación, no será la clase capitalista la llamada a ponerla en práctica. Por lo demás, estos cárteles tienen como única misión procurar que los grandes devoren a los pequeños más rápidamente que antes”.
*2 En lugar del párrafo entre corchetes, la segunda edición recoge lo siguiente: “La respuesta vino pisándole los talones a la pregunta. Apenas se había deshecho Bernstein, en 1898, de la teoría marxista de las crisis, cuando en 1900 estalló una fuerte crisis general, y siete años después, en 1907, una nueva crisis originada en Estados Unidos afectó al mercado mundial. Los hechos incontrovertibles destruían la teoría de la ‘adaptación’ del capitalismo. Al mismo tiempo podía comprobarse que quienes abandonaban la teoría marxista de las crisis sólo porque había fracasado en el cumplimiento de dos de sus ‘plazos’ confundían el núcleo de la teoría con una pequeñez externa y no esencial de su forma, con el ciclo decenal. La formulación del ciclo de la industria capitalista moderna como un período decenal, sin embargo, era una simple constatación de los hechos por Marx y Engels en 1860 y 1870, que además no descansaba en ninguna ley natural, sino en una serie de circunstancias históricas siempre concretas relacionadas con la extensión intermitente de la esfera de actuación del capitalismo juvenil”.
7. 15.000 millones de dólares.
8. Referencia a las dos victorias bélicas que permitieron la unidad alemana, sobre Austria en la guerra austro-prusiana (1866) y sobre Francia en la guerra franco-prusiana (1870-71), que conllevó la caída de Napoleón III y la proclamación del Segundo Imperio Alemán, con Bismarck como canciller.
*3 En lugar de los párrafos entre corchetes, la segunda edición reza: “Estas crisis pueden producirse cada 10 o cada 5 años o, alternativamente, cada 20 o cada 8 años. Lo que demuestra del modo más palmario la insuficiencia de la teoría de Bernstein es el hecho de que la crisis más reciente (1907-08) se ensañó especialmente con los países en que más desarrollados están los famosos ‘medios de adaptación’ capitalistas (el crédito, el servicio de transmisión de noticias, los trusts)”.
9. C. Marx, El capital, libro tercero. (N. de la A.)
*4 Omitido en la segunda edición.



lunes, 13 de febrero de 2012

Discurso del 11 de noviembre de 1911 dedicado a los obreros asesinados en Chicago. Ricardo Flores Magón

Discurso del 11 de noviembre de 1911.


Louis Lingg, Adolph Ficher, August Spies y Samuel Fielden.

Camaradas:


Apóstoles del pacifismo; creyentes de la acción política del proletariado, como el mejor medio para alcanzar la emancipación económica, volved los ojos hacia Chicago, donde cuatro negros zanjones, practicados en la tierra, guardan los restos de cuatro mártires, cuyo silencio es el testimonio elocuente de que la justicia gemirá encadenada mientras no brille el arma en la mano de cada trabajador, y no hierva en los pechos robustos este formidable sentimiento: ¡Rebeldía!

Los cuatro sepulcros donde duermen Spies, Engel, Fischer y Parsons proclaman esta verdad: la razón debe armarse; y esta otra: la violencia contra la violencia.

No os crucéis de brazos; no pidáis. Pedir es el crimen del humilde: ¡por eso se le mata! Si se os ha de matar por pedir, ¡mejor tomad!

Escuchad lo que os dicen esos cuatro sepulcros: Aquí guardamos los restos de los mejores de los vuestros. Aquí, en nuestras entrañas sombrías, duermen cuatro hombres generosos que soñaron conquistar el bienestar de la humanidad por la virtud de este solo hecho: cruzarse de brazos en la huelga general.

Cruzarse de brazos en la huelga pacífica es tanto como tender el pescuezo para que el verdugo descargue el golpe de su hacha.

La libertad no se conquista de rodillas, sino de pie, devolviendo golpe por golpe, infringiendo herida por herida, muerte por muerte, humillación por humillación, castigo por castigo. Que corra la sangre a torrentes, ya que ella es el precio de su libertad.


¿Qué paso hacia delante, qué progreso, qué adelanto humano en las relaciones políticas y sociales de los hombres ha tenido éxito sin el grito de rabia de los oprimidos, sin el grito de cólera de los opresores, sin el derramamiento generoso de sangre, sin el incendio, reduciendo a cenizas cosas e instituciones, sin la catástrofe que bajo sus escombros sepulta cadenas, cetros y altares?

¿De qué se trata? ¿No se trata de destruir, de aniquilar un sistema que está en pugna abierta con la naturaleza? Pues bien, el sistema no puede ser destruido cruzándonos de brazos. Mejor que solicitar del enemigo un favor, ¡aplastémoslo!

La burguesía nunca ha de dar. Si un movimiento contra ella toma proporciones que constituyan una amenaza, por pacífico que sea ese movimiento, por tranquila y serenamente que sea conducida la contienda, cuando ésta amenace llegar a un punto en que - aún por el mero cruzamiento de brazos puedan caer en los bolsillos de los proletarios unas cuantas monedas más o se disminuya, en unos cuantos minutos de duración la jornada de trabajo - la burguesía, de acuerdo con el gobierno, fabricará un proceso y las cabezas de los más dignos de nuestros hermanos caerán por tierra a los golpes de las hachas de los verdugos. ¡Eso fue lo que pasó en Chicago el 11 de noviembre de 1887!.

Mexicanos: ni nos crucemos de brazos ni nos conformemos con mejoras. ¡Todo o nada! ¡Tierra y Libertad o muerte! ¡Ser o no ser! La huelga ha pasado de moda: ¡viva la expropiación! ¡Viva la bandera roja de los libertarios de México!


Por el hierro y por el fuego debe ser exterminado lo que por el hierro y por el fuego se sostiene.

La fuerza es el derecho de los hartos: ¡pues que sea la fuerza el derecho de los hambrientos!

Así hablan los rebeldes que en estos momentos en México hacen pedazos las leyes solapadoras de los crímenes de los de arriba, incendian los archivos en que duermen los papelotes que amparan el robo de los ricos, ejecutan a las autoridades defensoras del privilegio y ponen la reata en el pescuezo de los que hasta ayer fueron los amos de los pobres, y gritan al pueblo: Eres libre; organiza por ti mismo la producción y sé feliz, tanto cuanto puedas.

¿Qué es esto un crimen? No: ¡es justicia a secas! Es la justicia que, por ser justicia, no está escrita en leyes. Es la justicia soñada por la especie humana desde que aparecieron entre los pueblos estos tres bandidos: El que dijo: esto es mío; el que gritó: ¡Obedecedme! Y el que, alzando los ojos al cielo, balbuceó hipócritamente: Soy el ministro de Dios.


Es la justicia, cuyo sentimiento purísimo hace que el corazón se oprima de indignación al ver cómo en las grandes casas de los que nada hacen existe la abundancia, y cómo en las casitas de los que todo hacen existe la miseria.

Esto es: los bandidos, arriba, gozando cuanto placer puede imaginarse, mientras los trabajadores, los que sudan, los que se sacrifican bajo los rayos del sol, entre las tinieblas de las minas, en esos presidios que se llaman barcos y en todos los lugares de explotación, viven en el infierno de la miseria, escuchando, en lugar de risas, los sollozos de los niños que tienen hambre.

Toda conciencia honrada se subleva ante tanta injusticia amparada por la ley y sostenida por el gobierno. Contra una injusticia así, sólo existe un remedio: ¡La rebelión! Pero no la rebelión que tenga por objeto quitar a Pedro para poner en su lugar a Juan, sino la revolución salvadora que vaya hasta el fondo de las cosas, que destruya privilegios, que estrangule prejuicios, que se encare con lo que hasta aquí era considerado sagrado: el principio de autoridad y el derecho de propiedad individual, y, con toda la fuerza de la cólera tragada en silencio durante siglos y siglos de miseria y de humillaciones, rotas las cadenas, abiertos los presidios y vibrante intensamente la gran campana de la libertad de la especie humana, aniquilar de una vez y para siempre el viejo sistema e implantar el nuevo de Libertad, de Igualdad y de Fraternidad.

Esto es lo que están haciendo los mexicanos.

La revolución no murió el 26 de mayo con el pacto de dos bandidos. La revolución siguió su marcha porque no tenía como causa la ambición de un payaso, sino la necesidad largamente sentida por un pueblo despojado de todo. Es el león que ha despertado y lanza a los cuatro vientos, como un reto a la injusticia, estas bellas palabras: ¡Tierra y Libertad!

Y toma la tierra, incendia las guaridas de sus verdugos, y sobre las humeantes ruinas clava, con puño firme, la bandera de los libres, la gloriosa bandera roja.


Contra la ley armada hasta los dientes, el derecho del proletario armado también; contra el fusil, el fusil; contra la tiranía, la barricada y la expropiación.



¡Viva la Revolución Social!





http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/politica/discursos/7.html

martes, 7 de febrero de 2012

¿SE HA HECHO ANTICUADA LA TEORÍA DE MARX?


Por León Trotsky
Fragmento de su libro ¿Qué es el Marxismo?

Las cuestiones de la competencia, de la concentración de la riqueza y del monopolio llevan naturalmente a la cuestión de si en nuestra época la teoría económica de Marx no tiene más que un simple interés histórico —como, por ejemplo, la teoría de Adam Smith— o si sigue teniendo verdadera importancia. El criterio para responder a esta pregunta es simple: si la teoría estima correctamente el curso de la evolución y prevé el futuro mejor que las otras teorías, sigue siendo la teoría más adelantada de nuestra época, aunque tenga ya muchos años de edad.

El famoso economista alemán Werner Sombart, que era virtualmente un marxista al comienzo de su carrera, pero que luego revisó todos los aspectos más revolucionarios de la doctrina de Marx, contradijo El Capital de Marx con su Capitalismo, que probablemente es la exposición apologética más conocida de la economía burguesa en los tiempos recientes. Sombart escribió: “Karl Marx profetizó: primero, la miseria creciente de los trabajadores asalariados; segundo, la “concentración” general, con la desaparición de la clase de artesanos y labradores; tercero, el colapso catastrófico del capitalismo. Nada de esto ha ocurrido”. A esos pronósticos equivocados Sombart contrapone sus propios pronósticos “estrictamente científicos”. “El capitalismo subsistirá
—según él— para transformarse internamente en la misma dirección en que ha comenzado ya a transformarse en la época de su apogeo: según se va haciendo viejo se va haciendo más y más tranquilo, sosegado, razonable”. Tratemos de verificar, aunque no sea más que en sus líneas generales, quién de los dos está en lo cierto: Marx, con su propósito de la catástrofe, o Sombart, quien en nombre de toda economía burguesa prometió que las cosas se arreglarían de una manera “tranquila, sosegada y razonable”. El lector convendrá en que el asunto es digno de estudio.


4. El escritor norteamericano Ferdinand Lundberg, quien por su equidad didáctica es más bien un economista conservador, escribió en su libro, que produjo conmoción: “Estados Unidos es hoy día propiedad y dominio de sesenta de las familias más ricas, apoyadas por no más de noventa familias de riqueza menor”.

A esto se podría añadir una tercera fila de quizá otras trescientas cincuenta familias con rentas que superan a cien mil dólares por año. La posición predominante corresponde al primer grupo de sesenta familias, las que dominan no solamente el mercado sino todas las palancas del gobierno. Son el gobierno verdadero, “el gobierno del dinero en una democracia del dólar”.


A. LA TEORÍA DE LA MISERIA CRECIENTE

“La acumulación de la riqueza en un polo —escribió Marx sesenta años antes que Sombart— es, en consecuencia, al mismo tiempo acumulación de miseria, sufrimiento en el trabajo, esclavitud, ignorancia, brutalidad, degradación mental en el polo opuesto, es decir en el lado de la clase que produce su producto en la forma de capital”. Esa tesis de Marx, bajo el nombre de “Teoría de la miseria creciente”, ha sido sometida a ataques constantes por parte de los reformadores democráticos y socialdemócratas, especialmente durante el período de 1896 a 1914, cuando el capitalismo se desarrolló rápidamente e hizo ciertas concesiones a los trabajadores, especialmente a su estrato superior. Después de la Guerra Mundial, cuando la burguesía, asustada por sus propios crímenes y la Revolución de Octubre, tomó el camino de las reformas sociales anunciadas, el valor de las cuales fue anulado simultáneamente por la inflación y la desocupación, la teoría de la transformación progresiva de la sociedad capitalista pareció completamente asegurada a los reformistas y a los profesores burgueses. “La compra de fuerza de trabajo asalariada —nos asegura Sombart en 1928— ha crecido en proporción directa a la expansión de la producción capitalista”.

En realidad, la contradicción económica entre el proletariado y la burguesía fue agravada durante los períodos más prósperos del desarrollo capitalista, cuando el ascenso del nivel de vida de cierta capa de trabajadores, el cual a veces era más bien extensivo, ocultó la disminución de la participación del proletariado en la fortuna nacional. De este modo, precisamente antes de caer en la postración, la producción industrial de Estados Unidos, por ejemplo, aumentó en un 50% entre 1920 y 1930, en tanto que la suma pagada por salarios aumentó únicamente en un 30%, lo que significa una tremenda disminución de la participación del trabajo en las rentas nacionales. En 1930 se inició un terrible aumento de la desocupación, y en 1933 una ayuda más o menos sistemática a los desocupados, quienes recibieron en la forma de alivio apenas más de la mitad de lo que habían perdido en la forma de salarios.

La alusión del progreso “ininterrumpido” de todas las clases se ha desvanecido sin dejar rastro. La declinación relativa del nivel de vida de las masas ha sido superada por la declinación absoluta. Los trabajadores comenzaron por economizar en sus modestas diversiones, luego en sus vestidos y finalmente en sus alimentos. Los artículos y productos de calidad media han sido substituidos por los de calidad mediocre y los de calidad mediocre por los de calidad francamente mala.

Los sindicatos comenzaron a parecerse al hombre que cuelga desesperadamente del pasamanos mientras desciende vertiginosamente en un ascensor.

Con el 6% de la población mundial, Estados Unidos posee el 40% de la riqueza mundial. Además, un tercio de la nación, como lo admite el propio Roosevelt, está mal nutrido, vestido inadecuadamente y vive en condiciones inferiores a las humanas.
¿Qué se podría decir, pues, de los países mucho menos privilegiados? La historia del mundo capitalista desde la última guerra confirma de una manera irrefutable la llamada “teoría de la miseria creciente”.

El régimen fascista, el cual reduce simplemente al máximo los límites de la decadencia y de la reacción inherentes a todo capitalismo imperialista, se hizo indispensable cuando la degeneración del capitalismo hizo desaparecer toda posibilidad de mantener ilusiones con respecto a la elevación del nivel de vida del proletariado. La dictadura fascista significa el abierto reconocimiento de la tendencia al empobrecimiento, que todavía tratan de ocultar las democracias imperialistas más ricas. Mussolini y Hitler persiguen al marxismo con tanto odio, precisamente, porque su propio régimen es la confirmación más horrible de los pronósticos marxistas. El mundo civilizado se indignó, o pretendió indignarse, cuando Goering, con el tono de verdugo y de bufón que le es peculiar, declaró que los cañones son más importantes que la manteca, o cuando Cagliostro-Casanova-Mussolini advirtió a los trabajadores de Italia que debían apretarse los cinturones de sus camisas negras. ¿Pero acaso no ocurre substancialmente lo mismo en las democracias imperialistas? En todas partes se utiliza la manteca para engrasar los cañones. Los trabajadores de Francia, Inglaterra y Estados Unidos aprenden a estrechar sus cinturones sin tener camisas negras.

B. EL EJÉRCITO DE RESERVA Y LA NUEVA SUBCLASE DE LOS DESOCUPADOS

El ejército de reserva industrial forma una parte componente indispensable del mecanismo social del capitalismo, tanto como
la reserva de máquinas y de materias primas en las fábricas o de productos manufacturados en los almacenes. Ni la expansión general de la producción ni la adaptación del capital a la marea periódica del ciclo industrial serían posibles sin una reserva de fuerza de trabajo. De la tendencia general de la evolución capitalista —el aumento del capital constante (máquinas y materias primas) a expensas del capital variable (fuerza de trabajo) — Marx saca esta conclusión: “Cuanto mayor es la riqueza social... tanto mayor es el ejército industrial de reserva... Cuanto mayor es la masa de sobrepoblación consolidada... tanto mayor es la pobreza oficial. Esta es la ley general absoluta de la acumulación capitalista”.

Esta tesis —unida indisolublemente con la “teoría de la miseria creciente” y denunciada durante muchos años como “exagerada”, “tendenciosa” y “demagógica”— se ha convertido ahora en la imagen teórica irreprochable de las cosas tales como son. El actual ejército de desocupados ya no puede ser considerado como un “ejército de reserva”, pues su masa fundamental no puede tener ya esperanza alguna de volver a ocuparse; por el contrario, está destinada a ser engrosada con una afluencia constante de desocupados adicionales. La desintegración del capital ha traído consigo toda una generación de jóvenes que nunca han tenido un empleo y que no tienen esperanza alguna de conseguirlo. Esta nueva subclase entre el proletariado y el semiproletariado está obligada a vivir a expensas de la sociedad. Se ha calculado que en el curso de nueve años (1930- 1938) la desocupación ha privado a la economía estadounidense de más de 43 millones de años de trabajo humano. Si se considera que en 1929, en el cénit de la prosperidad, había dos millones de desocupados en Estados Unidos y que durante esos nueve años el número de trabajadores potenciales ha aumentado hasta cinco millones, el número total de años de trabajo humano perdido debe ser incomparablemente mayor. Un régimen social afectado por semejante plaga se halla enfermo de muerte. La diagnosis exacta de esa enfermedad fue hecha hace cerca de ochenta años, cuando la enfermedad misma se hallaba en germen.

C. LA DECADENCIA DE LAS CLASES MEDIAS

Las cifras que demuestran la concentración del capital indican al mismo tiempo que la gravitación específica de la clase media en la producción y su participación en la riqueza nacional han ido decayendo constantemente, en tanto que las pequeñas propiedades han sido completamente absorbidas y reducidas de grado y desprovistas de su independencia, convirtiéndose en un mero símbolo de un trabajo insoportable y de una necesidad desesperada. Al mismo tiempo, es cierto, el desarrollo del capitalismo ha estimulado considerablemente un aumento en el ejército de técnicos, directores, empleados, abogados, médicos: en una palabra, la llamada “nueva clase media”. Pero este estrato, cuya existencia no tenía ya misterios para Marx, tiene poco que ver con la vieja clase media, que en la propiedad de sus medios de producción tenía una garantía tangible de independencia económica. La “nueva clase media” depende más directamente de los capitalistas que los trabajadores. Es cierto que la clase media es en gran parte la que señala su tarea. Además se ha advertido en ella una considerable sobreproducción, con su consecuencia: la degradación social.

“La información estadística segura —afirma una persona tan alejada del marxismo como el ya citado Mr. Homer S. Commings— demuestra que muchas unidades industriales han desaparecido completamente y que lo que ha ocurrido es una eliminación progresiva de los pequeños hombres de negocios como un factor en la vida norteamericana”. Pero según objeta Sombart, “la concentración general, con la desaparición de la clase de artesanos y labradores” no se ha producido todavía. Como todo teórico, Marx comenzó por aislar las tendencias fundamentales en su forma pura; de otro modo hubiera sido completamente imposible comprender el destino de la sociedad capitalista. El propio Marx era, sin embargo, perfectamente capaz de examinar el fenómeno de la vida a la luz del análisis concreto, como un producto de la concatenación de diversos factores históricos. Las leyes de Newton no han sido invalidadas seguramente por el hecho de que la velocidad en la caída de los cuerpos varía bajo condiciones diferentes o de que las órbitas de los planetas están sujetas a perturbaciones.

Para comprender la llamada “tenacidad” de las clases medias es bueno recordar que las dos tendencias, la ruina de las clases medias y la transformación de esas clases arruinadas en proletarios, no se producen al mismo ritmo ni con la misma extensión. De la creciente preponderancia de la máquina sobre la fuerza de trabajo se sigue que cuanto más lejos va el proceso de arruinamiento de las clases medias tanto más atrás deja al proceso de su proletarización; en realidad, en una determinada oportunidad, el último puede cesar enteramente e incluso retroceder.

Así como la actuación de las leyes fisiológicas produce resultados diferentes en un organismo en crecimiento que en uno en declinación, así también las leyes económicas de la economía marxista actúan de manera distinta en un capitalismo en desarrollo que en un capitalismo en desintegración. Esta diferencia queda patente con especial claridad en las relaciones mutuas entre la ciudad y el campo. La población rural estadounidense, que crece comparativamente a una velocidad menor que el total de la población, siguió creciendo en cifras absolutas hasta 1910, fecha en que llegó a más de 32 millones. Durante los veinte años siguientes, a pesar del rápido aumento de la población total, la del campo bajó a 30,4 millones, es decir, 1,6 millones. Pero en 1935 se elevó otra vez a 32,8 millones, con un aumento en comparación con 1930 de 2,4 millones. Esta vuelta de la rueda, sorprendente a primera vista, no refuta en lo más mínimo la tendencia de la población urbana a crecer a expensas de la población rural, ni la tendencia de las clases medias a ser atomizadas, mientras que al mismo tiempo demuestra, de la manera más categórica, la desintegración del sistema capitalista en su conjunto.

El aumento de la población rural durante el período de crisis aguda de 1930-1935 se explica sencillamente por el hecho de que poco menos de dos millones de pobladores urbanos, o, hablando con más exactitud, dos millones de desocupados hambrientos, se trasladaron al campo, a tierras abandonadas por los labradores o a granjas de sus parientes y amigos, con objeto de emplear su fuerza de trabajo, rechazada por la sociedad, en la economía natural productiva y poder vivir una existencia semihambrienta en vez de morirse totalmente de hambre.

De aquí se deduce que no se trata de una cuestión de estabilidad de los labradores, artesanos y comerciantes, sino más bien de la abyecta desesperación de su situación. Lejos de constituir una garantía para el futuro, la clase media es una reliquia infortunada y trágica del pasado. Incapaz de suprimirla por completo, el capitalismo se las ha arreglado para reducirla al mayor grado de degradación y de miseria. Al labrador se le niega no solamente la renta que se le debe por su lote de terreno y el beneficio del capital que ha invertido en él, sino también una buena porción de su salario. De una manera similar, la pobre gente que reside en la ciudad se inquieta en el reducido espacio que se le concede entre la vida económica y la muerte. La clase media no se proletariza únicamente porque se depaupera. A este respecto es tan difícil encontrar un argumento contra Marx como a favor del capitalismo.

D. LA CRISIS INDUSTRIAL

El final del siglo pasado y el comienzo del presente se han caracterizado por un progreso tan abrumador debido al capitalismo, que las crisis cíclicas parecían no ser más que molestias “acccidentales”. Durante los años de optimismo capitalista casi universal los críticos de Marx nos aseguraban que el desarrollo nacional e internacional de los trusts, sindicatos y carteles introducía en el mercado una organización bien planeada y presagiaba el triunfo final sobre la crisis. Según Sombart, las crisis habían sido ya “abolidas” antes de la guerra por el mecanismo del propio capitalismo, de tal modo que “el problema de las crisis nos deja hoy día virtualmente indiferentes”. Ahora bien, solamente diez años más tarde, esas palabras sonaban a burla, en tanto que el pronóstico de Marx se nos aparece hoy en día en toda la medida de su trágica fuerza lógica.

Es notable que la prensa capitalista, que pretende negar a medias la existencia de los monopolios, parta de la afirmación de esos mismos monopolios para negar a medias la anarquía capitalista.

Si sesenta familias dirigen la vida económica de Estados Unidos, The New York Times observa irónicamente: “Esto demostraría que el capitalismo norteamericano, lejos de ser anárquico y sin plan alguno, se halla organizado con gran precisión”. Este argumento yerra el blanco. El capitalismo ha sido incapaz de desarrollar una sola de sus tendencias hasta el fin. Así como la concentración de la riqueza no suprime a la clase media, así tampoco suprime el monopolio a la competencia, pues sólo la derriba y la destroza. Ni el “plan” de cada una de las sesenta familias ni las diversas variantes de esos planes se hallan integrados en lo más mínimo en la coordinación de las diferentes ramas de la economía, sino más bien en el aumento de los beneficios de su camarilla monopolista a expensas de otras camarillas y a expensas de toda la nación. En ultimo término, el entrecruzamiento de semejantes planes no hace más que profundizar la anarquía en la economía nacional.

La crisis de 1929 se produjo en Estados Unidos un año después de haber declarado Sombart la completa indiferencia de “ciencia” con respecto al problema de la crisis. Desde la cumbre de una prosperidad sin precedente, la economía estadounidense fue lanzada al abismo de una postración monstruosa. ¡Nadie podía haber concebido en la época de Marx convulsiones de tal magnitud! La renta nacional estadounidense se había elevado por primera vez en 1920 a sesenta y nueve mil millones de dólares únicamente para caer el año siguiente a cincuenta mil millones de dólares, es decir, un descenso del 27%. Como consecuencia de la prosperidad de los pocos años siguientes, la renta nacional se elevó de nuevo, en 1929, a su punto máximo de ochenta y un mil millones de dólares, para descender en 1932 a cuarenta mil millones de dólares, es decir a menos de la mitad. Durante los nueve años de 1930 a 1938 se perdieron, aproximadamente, cuarenta y tres millones de años humanos de trabajo y ciento treinta y tres mil millones de dólares de la renta nacional, teniendo en cuenta las normas de trabajo y las rentas de 1929, época en que solamente había dos millones de desocupados. Si todo esto no es anarquía, ¿cuál puede ser el significado de esa palabra?

E. LA TEORÍA DEL COLAPSO

Las inteligencias y los corazones de los intelectuales de la clase media y de los burócratas de los sindicatos estuvieron casi completamente dominados por las hazañas logradas por el capitalismo entre la época de la muerte de Marx y el comienzo de la Guerra Mundial. La idea del progreso gradual (evolución) parecía haberse asegurado para siempre, en tanto que la idea de revolución era considerada como una mera reliquia de la barbarie. El pronóstico de Marx era contrastado con el pronóstico cualitativamente contrario sobre la distribución mejor equilibrada de la fortuna nacional con la suavización de las contradicciones de clase, y con la reforma gradual de la sociedad capitalista. Jean Jaurés, el mejor dotado de los socialdemócratas de esa época clásica, esperaba ajustar gradualmente la democracia política a la satisfacción de las necesidades sociales. En eso reside la esencia del reformismo. ¿Qué ha salido de ello?

La vida del capitalismo monopolista de nuestra época es una cadena de crisis. Cada una de las crisis es una catástrofe. La necesidad de salvarse de esas catástrofes parciales por medio de murallas aduaneras, de la inflación, del aumento de los gastos del gobierno y de las deudas, prepara el terreno para otras crisis más profundas y más extensas. La lucha por conseguir mercados, materias primas y colonias hace inevitables las catástrofes militares.

Y todo ello prepara las catástrofes revolucionarias. Ciertamente no es fácil convenir con Sombart en que el capitalismo actuante se hace cada vez más “tranquilo, sosegado y razonable”. Sería más acertado decir que está perdiendo sus últimos vestigios de razón. En cualquier caso no hay duda de que la “teoría del colapso” ha triunfado sobre la teoría del desarrollo pacífico.

lunes, 16 de enero de 2012

A LA TERCERA ASAMBLEA NACIONAL OBRERA DE TRABAJADORES DEL CAMPO, LA CIUDAD Y EL MAR ADHERENTES A LA SEXTA DECLARACIÓN DE LA SELVA LACANDONA

A LA TERCERA ASAMBLEA NACIONAL OBRERA DE TRABAJADORES DEL CAMPO, LA CIUDAD Y EL MAR ADHERENTES A LA SEXTA DECLARACIÓN DE LA SELVA LACANDONA


*PONENCIA COMPLETA DE LOS INTEGRANTES DE ESTE SECTOR QUE RADICAMOS EN EL ESTADO DE OAXACA

INTRODUCCIÓN
Las charlatanerías de toda especie según las cuales las condiciones históricas no estarían todavía “maduras” para el socialismo no son sino el producto de la ignorancia o de un engaño consciente. Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria. León Trotsky. La agonía del capitalismo y las tareas de la IV internacional (El programa de transición).

Tras el fin de la segunda guerra mundial, el capitalismo recompuso sus fuerzas y entró en una fase económica ascendente mediante la cual todo parecía ir sobre ruedas, justo en la cúspide del crecimiento económico se dio la más grande crisis económica conocida hasta entonces (1929). Ante tales hechos, José Stalin proclamó que se trataba de la “crisis final del capitalismo”, consigna con la cual caracterizó al “Tercer periodo de la revolución proletaria.” A primera vista, esta proclama parecía lógica o tal vez hasta estúpida.

Durante los primero congresos de la Internacional Comunista, Lenin y Trotsky explicaron que no existe una crisis final del capitalismo en el sentido de un colapso automático del sistema como fichas de dominó, sino que de dejársele a su suerte, el sistema capitalista encontraría una nueva salida hasta de la crisis más profunda, sacrificando otra vez a la clase obrera y a la humanidad. Esto sucedería si la clase obrera no sacrificaría al capitalismo dándole un golpe mortal, preparando y llevando a la acción su destrucción.

En contraparte Los ultraizquierdistas defendían que sí existía tal crisis final y que este colapsaría debido a sus propias contradicciones, esto no ha sucedido hasta la fecha. El estalinismo era practicante de un nacionalismo estrecho al que no le interesaban tanto las cuestiones más candentes dentro del movimiento proletario internacional, por lo que sólo se contentaba con asumir que el capitalismo caería por su propio peso, esta una actitud de comodidad y pereza mental llevó posteriormente a la disolución de la 3ª Internacional Comunista. La política del Tercer periodo pedía obediencia ciega e incondicional al sátrapa Stalin, ya que según él, todo lo que no eran partidos comunistas subordinados por completo a Moscú eran tachados de reaccionarios fascistas.

De la caracterización de un fenómeno económico, de un diagnóstico de los factores objetivos y subjetivos para la revolución socialista, para la socialización de los medios de producción, dependen sus consecuencias prácticas. Como apuntaba con énfasis León Trotsky en el año 1938, las condiciones económicas para la revolución socialista estaban ya tan maduras que estaban empezando a descomponerse. Quizá valga la analogía, como un cadáver apestoso que conforme pasan los años cada día apesta más que el anterior.

En el presente año 2011, el capitalismo apesta más que nunca, una de las consecuencias de su descomposición orgánica es la aparición en la escena de la política nacional el narco terrorismo – paramilitarismo de Estado.

La interdependencia de los factores subjetivos y objetivos de la revolución deben ser comprendidas con precisión y explicadas hasta el cansancio comenzando por las definiciones más sencillas.

El factor subjetivo de la revolución se compone de la conciencia de clase de los trabadores*, y su grado de organización para enfrentar al sistema capitalista, a los que hoy detentan la cúspide de ese cadáver al que necrofilicamente se niegan a abandonar en tanto esto les permita ganancias a costillas de la descomposición cada vez más profunda de la sociedad. El capitalismo es capaz de recuperarse de una crisis económica sólo engendrando otra todavía peor.

La conciencia de clase se refiere a que los trabajadores del campo, la ciudad y el mar dejemos de soñar o pensar que vivimos en una telenovela, en un mundo de juguete en el que muchos trabajadores enajenados creen ser parte de la “clase media” que se encuentra en vías de desaparición. Consiste en que los trabajadores seamos tengamos conciencia de que somos explotados, en que tengamos conciencia de que somos pisoteados día tras día, que somos objeto de burlas, humillaciones, discriminación, conciencia del lugar que nos toca en la sociedad sin evasiones para comprender nuestras tareas inmediatas que son de por sí de un carácter histórico, de la lucha entre las clases de la sociedad, siendo la nuestra la única que para liberarse no necesita oprimir a otras clases sociales, sino que vamos hacia la extinción de estas que sólo degradan al ser humano y lo condenan a la miseria. Este es el paso adelante donde pasaremos del reino de la necesidad, de la humillación del hombre por el hombre, hacia el reino de la libertad, de los plenos derechos humanos hechos valer de facto, en la práctica y no en los códigos legales o cartas constitucionales.

Teniendo claridad de esto, podemos pasar al siguiente punto que es el de la organización para dejar de ser explotados sin explotar a otros en el futuro, de recuperar lo que nos pertenece y mediante qué métodos.

El factor objetivo son las condiciones económicas para que la humanidad deje de pasar hambres y guerras imperialistas donde somos enviados como simple carne de cañón para servir a los amos del dinero. Hasta hace 3 años, la ONU declaraba que con los recursos alimentarios existentes, alcanzaba para dar de comer 4 meses ininterrumpidos a toda la población mundial manteniéndolos incluso obesos y sin trabajar. Esa es la realidad, pero no por ello deja de ser contradictoria, puesto que mientras Japón tira miles de toneladas de arroz al mar o la da de comer a los cerdos para evitar que con su abundancia en los mercados de todo el mundo, los precios del arroz se vengan abajo, esto por el simple capricho de retenerlo en los almacenes o “stocks” para evitar que esto suceda y ante la escases, ellos puedan darnos más caro cada kilo y con ello ganar más dinero, a este fenómeno se le llama especulación. Las consecuencias directas de ello es que más de 8 millones de personas alrededor de todo el mundo mueran de hambre por no tener con que pagar los alimentos, con la “crisis” actual, se calcula que entren 22 millones de personas más a la pobreza extrema, quienes por regla general son los que verdaderamente mueren por hambre, con estas estadísticas calculamos que cerca de 30 millones de personas han muerto hasta este año por hambre, de ello no dice nada la televisión, puesto que simplemente no les interesa. Las “clases medias”, esas que en nuestro país dicen que lo son porque tienen un celular de 5000 pesos, pero que en cambio no tienen para comer, o para ir a la escuela, o para vestir, o las verdaderas “clases medias” cada día van más en masa hacia las filas del proletariado y del campesinado pobre.

Tras la caída del bloque soviético los ideólogos de la burguesía hablaban del fin de las guerras, del fin de las crisis, del hambre, hasta hablaban del fin de la historia (Francis Fukuyama), teniendo al “libre mercado” como su última y más alta etapa de desarrollo. No ha pasado mucho tiempo y vemos guerra tras guerra tras guerra, muerte tras muerte, dicen que las clases decadentes suelen ver en el fin de la historia como el fin de su existencia, pero es hora de pasar del reino animal de la lucha por la sobrevivencia del más fuerte a la verdadera historia, en donde los desposeídos ya no seremos más desposeídos, en donde se acabe verdaderamente el hambre mediante la socialización de las riquezas mundiales.

Vale la pena recordar con atención las palabras del anarquista Práxedis Guerrero:

“Tenemos hambre y sed de justicia”, se oye por todas partes; pero ¿cuántos de esos hambrientos se atreven a tomar el pan, y cuántos de esos sedientos se atreven a beber el agua que está en el camino de la revolución?

Para algunos espíritus sensibles, es más doloroso y bárbaro que perezcan mil hombres en la revolución, a que vivan y mueran millones de hombres, mujeres y niños en las cárceles y en la explotación.

Así es que el factor subjetivo y objetivo de la revolución son dependientes uno del otro para que esta pueda continuar y extenderse con éxito, aunque en muchas ocasiones las revoluciones han empezado en países “atrasados” como Rusia, Cuba, China, Vietnam, el Congo, Venezuela, en fin los procesos de revoluciones coloniales se han realizado gracias al factor subjetivo de la revolución, aunque somos críticos de los regímenes estalinistas que nada tienen que ver con el socialismo, si podemos comprobar científicamente que el derrocamiento de la burguesía es posible, así mismo podemos decir que si no se le aniquila desde la raíz, y en todo el mundo, esta regresará como esas plagas que se dan en el campo cuando una flor está en pleno crecimiento.

No sobra decir que ante la pregunta de si el capitalismo está pasando también por una crisis en los ámbitos políticos, cultural, social, ecológico, la respuesta está en las revoluciones egipcias, en los movimientos masivos estudiantiles de la unión europea contra el Plan Bolonia, en Chile, las protestas de los indignados de Wall Street, el movimiento M-15 de España que se presenta como una rebelión social que ya le ha puesto cascabel al gato, que ya ha identificado a los enemigos principales, a la cabeza de hidra del sistema capitalista: los oligopolios, monopolios, trutst, carteles, capital financiero y bancario.







I.                   ¿Qué hacer como trabajadores del campo, la ciudad y el mar ante la crisis orgánica del capitalismo?:
1.1.            Caracterización actual del capitalismo en México y el mundo

La situación política mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado.

La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar balo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes. Los gobiernos, tanto democráticos como fascistas, van de una quiebra a la otra. León Trotsky. La agonía del capitalismo y las tareas de la IV internacional (El programa de transición).


El capitalismo en México se ha formado desde su llegada  a base de sangre, fuego y desplazamientos; sometiendo el “desarrollo” o “estancamiento” de los pueblo a factores que convengan a los monopolios del mercado mundial. Durante la época de la colonia española se gesto como un capitalismo embrionario dependiente desde el principio del mercado de pillaje mundial, principalmente de los países europeos, pasando a lo largo de 5 siglos a transformarse en una nueva economía dependiente del imperialismo norteamericano entrando a la era neo colonial.

Desde su llegada, ha golpeado a la mayor parte de la población, nos ha sometido y nos sigue humillando. En el norte del país predominó y hasta ahora sigue predominando la actividad minera, en el centro del país las grandes ciudades españolas (que ahora se quieren creer gringas) combinadas con la agricultura extensiva, en el sur dominaron y siguen dominando  vigorosamente las comunidades originarias, donde coexisten múltiples contradicciones. La burguesía antes ascendente de Europa y los Estados Unidos han tratado por todos los medios de hacer extensiva al sur del país y otros países de Centroamérica el proceso de acumulación capitalista mediante el llamado “Proyecto Mesoamérica” que no es otra cosa que el avance de la conquista colonialista bajo la forma del imperialismo capitalista, emprendiendo guerras de exterminio contra los pueblos originarios y los territorios vírgenes no EXPLOTADOS. De ahí resulta no menos lógica su actitud de combate, pillaje, saqueo sin fin  y la brutal represión contra la resistencia de los pueblos, especialmente y con mayor fiereza a los que reivindican su derecho a la autodeterminación, a la autonomía.

En los pueblos originarios, el capital trata de robar por la fuerza y por el engaño todo lo que nos pertenece, utilizando al narco, paramilitares y a sus fuerzas oficiales (burocracia, medios de comunicación, ejército y policía) para avanzar en su proyecto que pintarrajea de “progreso” que se vale del genocidio, la destrucción de los ecosistemas, de las fuerzas motoras de la humanidad, de los medios de producción.

Pero eso no sólo sucede en los territorios originarios, sino que el capital y sus personeros atacan a los obreros, estudiantes, sindicalistas, que en las ciudades buscan salir de este sistema corrupto y autoritario a través de la autonomía sindical, la conciencia de clase, la independencia de clase. De esta forma el capital actúa a través de oportunistas, esquiroles, partidos vendidos a la burguesía, se sirve y apoya a los caciques para que las comunidades no se rebelen, no se autodeterminen.

En los centros industriales (minas, fábricas, destiladoras), en las paraestatales, en las calles, el capital y sus agentes siguen golpeando frontalmente a la clase trabajadora, vía despidos masivos, desparición y represión brutal contra los sindicatos, persecusiòn contra vendedores ambulantes, condiciones de vida insalubres, doble explotación vía salarios (plusvalía), vía renta o venta de las viviendas, inflando hasta siete veces su costo real so pretexto de la escalada en el aumento de precios. Otra característica que sigue predominando en el capitalismo de nuestra época es el dominio de los oligopolios con una concentración del capital cada día más brutal, dejando a su alrededor más desempleo, miseria, aumentando la plusvalía relativa para el obrero industrial, además de la explotación salarial, de la renta de la tierra, el obrero es explotado triplemente al ser víctima de la usura de los monopolios prestamistas, en México podemos mencionar por ejemplo a Elektra, Banorte, Santander, BBVA-Bancomer, Banamex, quienes nos hostigan además por los pagos de los intereses cada día más abusivos y los no menos abusivos “gastos jurídicos” de las empresas para cobrar los adeudos, generando cada día más deuda, cuando estas se hacen impagables se recurre al embargo, la hipoteca y finalmente el desalojo, cuando la deuda inicial ya se habría pagado casi 10 veces su valor original, esto sucede principalmente en el corazón del imperialismo: los Estados Unidos de despojo, explotación, generadores del hambre, endeudamiento y  la miseria económica a nivel mundial. En el campo y la ciudad no faltan los defraudadores de las cajas “populares”, y de ahorro.

Este despojo, robo o de plano de destrucción de micro y macro capital si lo vemos desde la perspectiva económica mundial en sus diferentes componentes: la tierra, los recursos naturales, los ecosistemas, ha golpeado a los trabajadores del mar con la muerte de la fauna marina, cambios y modificaciones brutales en el clima, que han sucitado grandes desastres que afectan a todos los trabajadores y principalmente a toda la masa desposeída de los estados que cuentan con litorales como Quintana Roo, Campeche, o Veracruz. A ello hay que añadir la próxima pérdida de los arrecifes y corales a nivel mundial, de los cuales depende aproximadamente la cuarta parte de la fauna marina. El despojo de la tierra, el agua, en los ríos, playas y mares han sido el principal blanco de los buitres del capital personificados en dueños de cadenas hoteleras, empresas de capital privado ya sea de carácter nacional o transnacional en los rubros de presas e hidroeléctricas.

Frente a estos daños directos del sistema capitalista, sin los cuales no puede imponer su autoridad, nos hermanamos de causa, sufrir, soñar y luchar con todos los jornaleros, mojados, comuneros, peones, obreros, amas de casa, profesores democráticos y combativos, trabajadores intelectuales de izquierda, los indignados de este mundo, no para pedir clemencia, sino para firmar la sentencia de muerte del capitalismo.

Nuestra desventaja es evidente y transitoria, hará falta un movimiento único de la clase trabajadora y los sectores enumerados con anterioridad contra las bestias salvajes que aparecen como los fantasmas de lo viejo. A los explotados, los desposeídos, nos toca el futuro y nos pertenecen las tareas del presente; construyamos ese puente, duro de andar y todavía frágil.



1.2 Conclusiones  y propuestas

“La agrupación sindical es insuficiente, porque cuando mucho, mejora temporalmente la situación de los trabajadores, pero dentro de las mismas condiciones de opresión y explotación.” Ricardo Flores Magón.

A nuestro parecer, el primer frente de combate en la lucha contra el capitalismo, es el ideológico, en la lucha contra las ideas conciliadoras con el capital y la burguesía.

Constituye un gran salto, el hecho de que la mayor parte de las luchas aquí presentes ya han superado la ideología sindicalista, pasando a los enfoques más generales de la clase trabajadora en muchos casos, aterrizando con proyectos comunitarios, propagandísticos y políticos en otros casos. Resultaría interesante este diálogo y el plan de acción.

No nos engañemos, todos nosotros sabemos hasta donde es capaz de llegar el capital, y no se tentará el corazón (porque no lo tiene) para volvernos a reprimir, debemos actuar con la prudencia o la contundencia necesarias según lo amerite la situación, sí, pero sin hacernos falsas ideas de “paz y reconciliación”.

1)      El apoyo a las luchas de autonomía y autodeterminación de los pueblos originarios de México y el mundo. Esto fomentará la comunalidad (enemiga principal del despojo capitalista y sus patrones de comportamiento individualistas) y deberemos apoyar las luchas contra los caciques locales, para esto deberemos buscar el apoyo en masa de comunidades vecinas para vencer a las autoridades asesinas de los diferentes municipios.
2)      En los lugares que no han entrado a la lucha contra el capital: Apoyo a proyectos comunitarios que fomenten la unidad, toma de conciencia en los planos político, organizativo, ambiental, salud, la autodeterminación y la independencia de clase en todos los aspectos.
3)      Asumir que los campesinos medios y la pequeña burguesía de las ciudades no son nuestros enemigos, estos oscilan entre la burguesía y el proletariado, entre el jornalero, el peón, y el cacique; ya que son mitad propietarios y mitad trabajadores, oscilan entre el trabajo y el capital. Serán nuestros enemigos sólo en caso que apoyen firme y consistentemente a la burguesía y a los caciques.
4)      Respecto a las cooperativas pasa algo similar a la situación de los sindicatos. En su caso concreto, no dejan de ser presas del mercado mundial cuando se enfocan a la exportación, son un paso hacia la sociedad del fututo, más no significan una transición definitiva en la medida que el capitalismo siga vivo y al acecho.
5)      Participar en luchas sindicales, en la defensa de los sindicatos encaminando la unión de los trabajadores dentro y fuera de los sindicatos para una lucha más generalizada, no renegar de la huelga, el paro y la barricada, como tampoco renegar de la necesidad de una ofensiva contra el capital en nuestro país y donde haga falta.
6)      En  materia de derechos humanos, no esperemos la justicia desde arriba, combatimos y seguiremos combatiendo todo tipo de abusos contra las trabajadoras y los trabajadores, principalmente contra el machismo, las violaciones, robo y secuestro.
7)      Todos los esfuerzos se deben dirigir a la lucha definitiva contra el capital sin perderse, sin engañarse, de ahí la importancia de la claridad ideológica que debe ser reflejada en nuestro programa de lucha tendiendo puentes de una fase a otra a través de la movilización y la organización.

Bibliografia recomendada

*El desarrollo del capitalismo en México. Enrique Semo
Regeneración, 1900-1918. Ediciones Olimpia/SEP
La lucha contra el fascismo. León Trotsky

El derecho de las naciones a la autodeterminación. León Trotsky

El derecho de las naciones a la autodeterminación. V.I. Lenin

Discursos pronunciados en el VIII Congreso del Partido Comunista de Rusia. V.I. Lenin
Principios y rumbo de la Coordinadora Contra la Represión y la Impunidad de la APPO.
No al proyecto Mesoamérica en Oaxaca

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