lunes, 20 de febrero de 2012

5. El oportunismo en la teoría y en la práctica

x Rosa Luxemburgo

El libro de Bernstein es de gran importancia histórica para el movimiento obrero alemán e internacional porque es el primer intento de dotar de una base teórica a las corrientes oportunistas en la socialdemocracia.
Si consideramos sus manifestaciones esporádicas, como el conocido caso de la cuestión de la subvención a las navieras mercantes,39 se podría decir que el oportunismo data de hace bastante tiempo. Pero como tendencia con un carácter claramente definido no aparece hasta los inicios de la década de 1890, tras la abolición de las leyes antisocialistas y la consiguiente recuperación de las posibilidades de actuación legal. El socialismo de Estado de Vollmar,40 la votación del presupuesto en Baviera,41 el socialismo agrario de la Alemania meridional,42 las propuestas de compensaciones de Heine43 y las opiniones de Schippel sobre la política aduanera y el militarismo44 son los jalones que marcan el desarrollo de nuestra práctica oportunista.

¿Qué es, a primera vista, lo más característico de todas estas corrientes? La hostilidad hacia la teoría. Esto es completamente natural, puesto que nuestra teoría, es decir, los fundamentos del socialismo científico, establece límites muy definidos para la actividad práctica, tanto respecto a los fines como a los medios de lucha a emplear, y también respecto al modo de luchar. Por eso es natural que todos aquellos que únicamente buscan éxitos pragmáticos manifiesten la natural aspiración a tener las manos libres, o sea, a hacer independiente la práctica de la teoría.

Pero este enfoque se demuestra inoperante: el socialismo de Estado, el socialismo agrario, la política de compensaciones o la cuestión militar son otras tantas derrotas para el oportunismo. Es evidente que si esta corriente quería afirmarse no podía limitarse a ignorar los fundamentos de nuestra teoría, sino que tenía que tratar de destruirlos, a fin de establecer su propia teoría. La de Bernstein fue un intento en este sentido, y por eso todos los elementos oportunistas se agruparon en tomo a su bandera en el congreso de Stuttgart. Si, por un lado, las corrientes oportunistas en la actividad práctica son un fenómeno completamente natural comprensible por las condiciones y el desarrollo de nuestra lucha, por otro lado, la teoría de Bernstein es un intento no menos comprensible de aglutinar estas corrientes en una expresión teórica general, un intento de establecer sus propios presupuestos teóricos generales y liquidar el socialismo científico. En consecuencia, la teoría de Bernstein ha sido, desde un principio, el bautismo de fuego del oportunismo, su primera legitimación científica.

¿Qué resultado ha producido este intento? Como hemos visto, el oportunismo no es capaz de elaborar una teoría positiva que pueda resistir medianamente la crítica. Todo lo que puede hacer es atacar aisladamente algunas de las tesis de la doctrina marxista, para luego, dado que esta doctrina constituye un conjunto sólidamente entrelazado, intentar destruir todo el edificio, desde la azotea hasta los cimientos. Con esto se demuestra que, por su esencia y fundamentos, la práctica oportunista es incompatible con el sistema marxista.

Pero con ello se prueba también que el oportunismo es incompatible asimismo con el socialismo, ya que posee una tendencia inherente a desviar el movimiento obrero hacia caminos burgueses, es decir, a paralizar por completo la lucha de clases proletaria. Cierto que, desde un punto de vista histórico, la lucha de clases proletaria no es idéntica a la doctrina marxista.

Antes de Marx, e independientes de él, también hubo un movimiento obrero y diversos sistemas socialistas que eran, cada uno a su manera, la expresión teórica, propia de la época, de las aspiraciones emancipadoras de la clase obrera. La justificación del socialismo con conceptos morales de justicia, la lucha contra el modo de distribución en vez de contra el modo de producción, la concepción de los antagonismos de clase como antagonismos entre ricos y pobres, la pretensión de injertar en la economía capitalista el "principio cooperativista", todo lo que se encuentra en el sistema de Bernstein ya existió con anterioridad. Y esas teorías, a pesar de sus insuficiencias, fueron en su época auténticas teorías de la lucha de clases proletaria, fueron las botas de siete leguas con las que el proletariado aprendió a caminar por la escena de la historia.
Pero una vez que el desarrollo de la lucha de clases y su reflejo en las condiciones sociales llevó al abandono de esas teorías y a la elaboración de los principios del socialismo científico, ya no puede haber más socialismo que el marxista, al menos en Alemania, ni puede haber otra lucha de clases socialista que la socialdemócrata. De ahora en adelante, socialismo y marxismo --la lucha por la emancipación proletaria y la socialdemocracia-- son idénticos. El retorno a teorías socialistas premarxistas ya no supone una vuelta a las botas de siete leguas de la infancia del proletariado, sino a las viejas y gastadas pantuflas de la burguesía.

La teoría de Bernstein ha sido, al mismo tiempo, el primer y último intento de proporcionar una base teórica al oportunismo. Y decimos el último porque, con el sistema de Bernstein, el oportunismo ha llegado, tanto en lo negativo (renegar del socialismo científico) como en lo positivo (conjugar toda la confusión teórica disponible), todo lo lejos que podía llegar, ya no le queda nada por hacer. Con el libro de Bernstein, el oportunismo ha completado su desarrollo llegando a las últimas consecuencias en la teoría [al igual que lo hizo en la práctica, con la postura de Schippel sobre el militarismo.]*2

La doctrina marxista no solamente puede rebatir teóricamente el oportunismo, sino que es la única capaz de explicarlo como una manifestación histórica en el proceso de construcción del partido. El avance histórico a escala mundial del proletariado hasta su victoria no es, desde luego, "un asunto sencillo". La particularidad de este movimiento reside en que, por primera vez en la historia, las masas populares imponen su voluntad contra las clases dominantes, aunque es verdad que tienen que realizar esa voluntad más allá de la presente sociedad. Pero las masas sólo pueden forjar esa voluntad en la lucha continua contra el orden establecido, dentro por tanto del contexto de éste. La unión de las amplias masas populares con una meta que trasciende todo el orden social existente, la unión de la lucha cotidiana con la gran transformación mundial es la principal tarea del movimiento socialdemócrata, que se ve obligado a avanzar entre dos peligros: entre la renuncia al carácter de masas del partido y la renuncia al objetivo último, entre la regresión a la secta y la degeneración en un movimiento burgués reformista, entre el anarquismo y el oportunismo.

Hace ya más de medio siglo que el arsenal teórico marxista ha proporcionado armas devastadoras contra ambos extremos. Pero, dado que nuestro movimiento es un movimiento de masas y que los peligros que sobre él se ciernen no emanan de la mente humana, sino de las condiciones sociales, la teoría marxista no puede protegernos, de una vez y para siempre, contra las desviaciones anarquistas y oportunistas. Éstas, una vez que han pasado del dominio de la teoría al de la práctica, sólo pueden ser vencidas por el propio movimiento y gracias a las armas que el marxismo proporciona. La socialdemocracia ya superó el peligro menor, el sarampión anarquista, con el "movimiento de los independientes"45; el peligro mayor, la hidropesía oportunista, es lo que está superando ahora.

A causa de la enorme difusión del movimiento en los últimos años y de la mayor complejidad de las condiciones en que se lleva a cabo la lucha, tenía que llegar el momento en que dentro del movimiento surgieran el escepticismo acerca de la posibilidad de alcanzar los grandes objetivos últimos y las vacilaciones ideológicas. Así, y no de otro modo, es cómo ha de discurrir el movimiento proletario y cómo de hecho discurre. Los momentos de desfallecimiento y temor, lejos de constituir sorpresa alguna para la doctrina marxista, ya fueron previstos por Marx hace mucho tiempo, cuando hace más de medio siglo escribió El 18 Brumario de Luis Bonaparte: "Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan enseguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilar serenamente los resultados de su período impetuoso y agresivo. En cambio, las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las propias circunstancias gritan: Hic Rhodus, hic salta".46

Esto sigue siendo cierto incluso después de haberse elaborado la doctrina del socialismo científico. El movimiento proletario todavía no es completamente socialdemócrata, ni siquiera en Alemania. Pero lo va siendo día a día, al tiempo que va superando las desviaciones extremas del anarquismo y el oportunismo, que no son más que fases del desarrollo de la socialdemocracia entendida como un proceso.

En vista de todo esto, lo sorprendente no es la aparición de una corriente oportunista, sino su debilidad. Mientras se manifestaba únicamente en casos aislados de la práctica del partido, se podía pensar que tenía detrás una base teórica seria. Pero ahora que se ha mostrado al desnudo en el libro de Bernstein, todos preguntarán, sorprendidos: ¿Cómo, eso es todo lo que tenéis que decir? ¡Ni una pizca de ideas nuevas! ¡Ni una sola idea que el marxismo no hubiera refutado, aplastado, ridiculizado y reducido a la nada ya hace decenios!

Ha bastado con que hablara el oportunismo, para demostrar que no tenía nada que decir. Ésta es precisamente la importancia que para la historia de nuestro partido tiene el libro de Bernstein.
 
Y así, al despedirse del modo de pensar del proletariado revolucionario, de la dialéctica y de la concepción materialista de la historia, Bernstein debe agradecerles las circunstancias atenuantes que le han concedido a su conversión. Con su magnanimidad habitual, la dialéctica y la concepción materialista de la historia permitieron que Bernstein apareciera como el instrumento inconsciente para que el proletariado ascendente manifestara un desconcierto momentáneo que, tras una consideración más reposada, arrojó lejos de sí con una sonrisa desdeñosa.
 
[Hemos dicho que el movimiento se hace socialdemócrata mientras y en la medida en que supera las desviaciones anarquistas y oportunistas que necesariamente surgen en su crecimiento. Pero superar no quiere decir dejarlo todo tranquilamente a la buena de Dios. Superar la corriente oportunista actual quiere decir precaverse frente a ella. Bernstein remata su libro con el consejo al partido de que se atreva a aparecer como lo que en realidad es: un partido reformista demócrata-socialista. A nuestro juicio, el partido, es decir, su máximo órgano, el congreso, tendría que pagar este consejo con la misma moneda, sugiriendo a Bernstein que aparezca formalmente como lo que en realidad es: un demócrata pequeñoburgués progresista.]*3


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39. Referencia al apoyo, en 1885, del grupo parlamentario socialdemócrata a la propuesta de Bismarck de subvencionar con 5 millones de marcos las líneas de vapores, especialmente las que unían Alemania con sus colonias. La justificación fue completamente reformista y más tarde sirvió para la defensa del imperialismo.
40. Georg von Vollmar (1850-1922). Inicialmente en la izquierda del partido, giró espectacularmente a la derecha tras la derogación, en 1890, de las leyes antisocialistas. En los congresos de 1891 a 1895 encabezó la fracción reformista, apoyándose especialmente en las organizaciones de los estados de la Alemania meridional (Baviera, Württemberg, Baden y Hessen). Defendió la posibilidad de un Estado por encima de las clases y árbitro en las disputas entre capital y trabajo.
41. Los socialdemócratas bávaros dieron su aprobación al presupuesto del gobierno de su estado tras la abolición de la legislación antisocialista, en contra de la política habitual del partido.
42. Referencia irónica a los que rechazaban la propuesta de nacionalización del suelo. Por el escaso desarrollo industrial del sur de Alemania, la lucha de clases no era tan aguda allí como en otras partes del país. El oportunismo de los dirigentes socialdemócratas de dichos estados les llevaba a ignorar los principios del partido si con ello favorecían sus intereses electorales.
43. Wolfang Heine formuló una propuesta de concesiones a la política bélica del gobierno a cambio de concesiones en los derechos democráticos.
44. En el congreso de Stuttgart, celebrado en octubre de 1898, Schippel preconizó la aprobación de la política proteccionista del gobierno, con el argumento de que protegería a los obreros alemanes de la competencia de la industria extranjera.
*2 Omitido en la segunda edición.
45. Referencia a la corriente de los  “Jóvenes”, o también “movimiento independiente”, que se enfrentó a la mayoría del partido en el congreso de Halle (octubre de 1890) por lo que entendían era un aburguesamiento del partido. Expulsados al año siguiente en el congreso de Erfurt, la mayoría de ellos evolucionó posteriormente hacia el reformismo.
46. Referencia a la fábula de Esopo en que un fanfarrón presume de haber dado un salto gigantesco en Rodas y sus interlocutores, escépticos, le dicen: “Aquí está Rodas, salta aquí”. En otras palabras, demuestra con hechos lo que eres capaz de hacer.
*3 Omitido en la segunda edición.

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